Capítulo 5: Helados

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Día tres.

-Joaco, despierta- palabras suaves y cariñosas resonaron en mi cabeza haciéndome abrir los ojos.

Lo primero que vi fue la piel del cuello de Emilio.

Me hice hacia atrás para poder mirarlo, le sonreí y él beso mi nariz.

-Buenos días- susurró quitando mis chinos rebeldes de mi frente.

-Buenos días, Emi.

-¿Estas mejor ahora? -preguntó pasando sus manos por mi cabello.

-Sí, gracias por todo Mailo- dije en un bostezo- ¿Qué hora es?

-Las 6 y 23 -contestó mirando el reloj de su mesita.

-Me gustaría tomar una ducha- le dije mirándole.

-¿Eso es una invitación?-ronroneó.

-Definitivamente no.

-Nada perdía con intentar -rodé los ojos y el rio- Escucha, puedes tomar una ducha no hay ningún problema, yo saldré a ayudar a los chicos con el desayuno y a hablar con ellos sobre lo que te pasó, anoche explotaron mi teléfono con mensajes y llamadas.

-Esta bien, gracias por todo de nuevo-besé su mejilla.

-No pasa nada, ahora ve y alistate que no podemos llegar tarde a clases- Me alborotó el cabello y salió de la cama en bóxers a diferencia de mí que aún usaba la ropa de ayer.

Jesús dormí demasiado.

Me puse de pie, tomé mi pequeña mochila y me adentré en el baño de Emilio.

Ugh que asco.

Una caja de condones reposaba sobre uno de los estantes del baño, bóxers sucios por todos lados y crema dental exprimida en el lavamanos.

Simplemente asqueroso.

Saqué la ropa limpia de mi mochila dejándola sobre el retrete, puse mis bóxers sobre esta y la toalla sobre la ducha.

Me quité toda mi ropa y la doble metiéndola en la misma mochila donde traía la limpia.

Tomé mi shampoo y mi acondicionador antes de adentrarme en la ducha.

Trate de no tardar demasiado para no llegar tarde a clases.

Cuando me estaba sacando el jabón para salir la puerta del baño se abrió.

-Joaquín, apurate -se quejó la voz de Emilo.

-Ya voy a salir- le indiqué.

Un jadeo se escapó de sus labios y luego se aclaró la garganta.

-Jesús Joaquín, nada más con ver tu sombra desnuda me he puesto duro.

-¡LÁRGATE! -grité, lo sentí reír y cerrar la puerta.

Rodé los ojos y cerré el agua.

Sequé mi cuerpo y luego me vestí.

Unos jeans oscuros, un suéter amarillo y unos adidas blancos.

Me coloque crema en mi rostro y peine mis chinos rebeldes, me puse perfume, uno que Emilio tenia en la repisa y salí del baño, deje mi mochila junto a mueble de Emilio y me mire al espejo. Malditos genes chinos.

Tomé la chaqueta que use ayer, mi móvil y salí de la habitación. En la sala no había nadie, los murmullos se escuchaban en la cocina.

Entré en ella y la mirada de todos cayó sobre mi.

Treinta. |EMILIACO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora