Capítulo 32: Último día

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Día Treinta

Emilio

Mi día empezó desde las cinco de la mañana, sinceramente no podía dormir más.

Los nervios en mi estómago no me dejaban ni respirar. Mi corazón bombeaba sangre con tanta rapidez que pensé que explotaría en cualquier momento.

Llevo esperando este día tanto tiempo y ahora me estoy sintiendo enfermo.

Observé como el último de los empleados salía del lugar regalándome una sonrisa. Traté de devolverla, pero fue imposible.

Cerré la puerta y levanté mi muñeca para mirar la hora, tenía media hora para ir al apartamento y conseguir un baño.

***

Me miré en el espejo y me burlé de mí mismo.

Estaba usando una camisa de vestir blanca abotonada hasta arriba únicamente con un botón suelto, pantalones oscuros y mis botas de siempre.

Amarre una cinta en mi cabeza tratando de retener mi cabello, maldita sea, era tiempo de cortarlo.

Tomé en mis manos el perfume que Joaquín me había regalado y me rocié con el varias veces.

Me dediqué una última mirada y sin poder detenerme me solté dos botones más.

Nicolás estaba viendo una película con Elaine en el sofá, tomé las llaves con silencio del mostrador y salí antes de que él pudiera decirme nada.

Estaba demasiado nervioso como para escuchar sus malditas quejas.

Mis nervios explotaron en el momento en que estacioné en Dalton.

El auto de Joaquín estaba en la parte de propietarios luciendo sucio y descuidado, solo a el se lo ocurre comprar un maldito Audi.

Mis nudillos estaban blancos cuando toqué la puerta del dormitorio.

La espera fue poca, la perfecta figura de Joaquín apareció regalándome una sonrisa.

Lucía simplemente precioso.

Su cabello tenía estaba despeinado igual que siempre, con sus pequeños risos perfectos, una camisa negra larga de atrás pero corta de enfrente medio transparente que me dejaba ver un poco de su perfecto cuerpo, pantalones negros ajustados y unas botas blancas.

Precioso.

-Luces... Hermoso- susurré mirando el delineador negro que estaba empezando a usar casi siempre y el casi invisible brillo de sus labios, se veía simplemente como una obra de arte.

-Gracias Emi- sonrió poquito y se giró para cerrar la puerta.

¡Maldita mierda que culo!

Mi entrepierna comenzó a despertarse y apreté con fuerzas mis piernas. Parecía un maldito animal, pero joder. Que culo tenía Joaquín.

-¿Adónde iremos?- me preguntó inocente de los sucios pensamientos de mi cabeza.

-Cuando lleguemos, lo sabrás- tomé sus manos entre las mías para dejar varios besos en ellas.

Joaquín asintió mirando mi mano sobre la de el con una pequeña sonrisa.

Lo ayudé a subir a mi camioneta y cuando cerré la puerta pase mis manos dos veces sobre el cierre de mi pantalón tratando de disminuir el dolor.

Una vez dentro de la camioneta, encendí el aire, estaba sudando.

Observé como Joaquín jugaba nerviosamente con sus manos y suspiré quitándome la cinta del cabello.

Treinta. |EMILIACO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora