Veintiuno

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Cuando se detuvo frente a su casa dejó que su cuerpo se doblara sobre sí mismo para nivelar su respiración, los pulmones le ardían y sus músculos estaban tensos por el esfuerzo. Había corrido por más tiempo del que acostumbraba, pero necesitaba distraerse y el dolor que le recorría el cuerpo por haberse sobre-exigido era bienvenido en tiempos de tumulto mental y emocional.

Día y noche sus pensamientos volvían con Marco. Recordaba la expresión cerrada de su rostro, los ojos esquivos y la voz temblorosa, la ansiedad y la incomodidad. Revivirlo hacía que la cabeza le diera vueltas y que un descomedido dolor se instalara en su pecho, era una tortura por la que no quería volver a pasar. Se suponía que este año su vida iba a remontar y que los malos ratos iban a ser mínimos.

Pero era claro que se había equivocado con Marco. Siempre supo que el chico estaba dispuesto a mucho menos que él, pero el tiempo que habían pasado juntos jugó con sus expectativas y creyó que estaban en la misma página o al menos cerca de encontrar un lugar en común. Si alguna vez pensó que las cosas iban a desviarse siempre creyó que sería por su culpa, porque estaba exigiendo más sin respetar los límites que Marco había puesto desde un principio. Pero no, el problema era Marco.

Derek odiaba pensar en eso, odiaba que Marco lo hiciera pensar eso. "No quiero que te preocupes por mí" "Quiero que sea simple" "Te mereces algo mejor" sus palabras. ¿Qué mierda significaba eso? ¿De dónde venía? ¿Acaso Marco creía que no valía la pena? La sangre le había hervido cuando lo escuchó, la frustración era algo que apenas sabía cómo manejar y eso lo desesperaba.

Inspiró por última vez el aire fresco de la mañana y se dirigió al interior de la casa. Aún era temprano, no había desayunado y lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina por un poco de agua. A medida que se acercaba escuchó voces, y cuando atravesó la puerta vio a Maya charlando animadamente con un chico de rostro juvenil y cabello largo amarrado en una trenza.

-Hola.- lo saludó Maya sonriendo, se veía feliz y relajada.-Hice un nuevo amigo ayer, mira.- apuntó.

-Buenos días.- le dijo el chico.

Derek notó que había trasnochado por las ojeras bajo sus ojos y la forma perezosa en la que su cuerpo se apoyaba en el mesón. Le echó un vistazo rápido, luego miró a su hermana con una ceja ligeramente alzada, no muy seguro de si este chico era un amigo o una nueva conquista.

-Hola.- los saludó.-¿Tuvieron una buena noche?- les preguntó buscando un vaso.

-Excelente.- dijo Maya.-Me reuní con Henry y fuimos a ver a otro amigo cantar en un bar muy lindo.-

-Estaba bien, y el alcohol era barato.- apuntó el chico.

-Y conocí a Charlie, hicimos un trueque.- le contó Maya.-Oh, él es Derek.- lo apuntó.

-¿Derek?- preguntó Charlie y sintió sus ojos sobre él.

-Sí.- asintió mirando sobre su hombro.

Llenó su vaso de agua y se dio la vuelta para no darles la espalda, se apoyó en el lavaplatos y bebió un largo trago que sirvió para calmar su sed. Cuando terminó vio a Charlie observándolo con ojos entrecerrados, como si estuviera muy concentrado examinando algo que no lograba entender.

-Y tú eres Maya.- la apuntó con un dedo.-Y tu hermano es Derek.- luego lo apuntó a él.

-¿Sigues ebrio?- preguntó ella poniéndose de pie.-Te puedo conseguir una aspirina y más agua, y quizás comida, me muero de hambre.-

-Iré a ducharme, ¿puedes prepararme algo? ¿lo que sea?- le pidió Derek a su hermana, ignorando el desconcierto de Charlie.

-Claro.- asintió.

Entre TiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora