Treinta

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Antes de que el semestre finalizara oficialmente Maya se organizó para despedirse de todas las amistades que había hecho durante esos meses. El inicio del día se lo dedicó por completo a Rebeca y Eleonor, por lo que desayunó con ambas chicas en un café que se hallaba en en el centro de la ciudad, allí hablaron sin parar de lo que fuera que se les vino a la mente mientras se hartaban con pasteles y postres. Más tarde visitaron algunas tiendas y, porque Maya quería que todas estuvieran felices, terminaron el recorrido en la tienda de mascotas y Eleonor se derritió mientras acariciaba gatitos y conejos. Para finalizar fueron al cine luego de un almuerzo distendido, y para cuando Maya volvió a casa se sintió bastante segura de que la despedida con sus amigas había sido todo un éxito.

Sin embargo, estaba un poco más entusiasmada por los adioses nocturnos.

A eso de las nueve de la noche se reunió con Charlie, con quien habría querido pasar el rato un poco más temprano, pero el chico simplemente no había tenido el tiempo; por lo que se le ocurrió una excelente solución, invitarlo al Ofelia por unos tragos mientras esperaba que Anton terminara con su turno.

Así que allí estaba, sentada en una mesa con una botella de cerveza a medio consumir mientras Charlie le lanzaba miradas discretas pero intensas a un chico de cabello oscuro que se hallaba en la barra.

-¿Estás seguro que ese es el indicado?- le preguntó, acercándose para hablar en voz baja.

-¿No te gusta?- inquirió él.

Maya examinó al sujeto de interés con un poco más de atención. Era grande, de cabello oscuro y sonrisa amplia, sostenía su trago con soltura mientras hablaba con otros dos tipos, y cuando reía dejaba caer pesadamente una mano sobre la mesa.

-Digo... es guapo.- decidió.-Pero se ve súper amigable.-

-¿Estás sugiriendo que me gustan los amargados?- le preguntó Charlie alzando una ceja.

-Entones te gustan...-

-Me gustan atractivos.- masculló rodando los ojos.

Maya entrecerró los ojos y miró a Charlie escéptica. Entendía perfectamente lo que era ver a alguien y simplemente sentir el magnetismo y la necesidad por acercase y conocerlos. La primera impresión era visual y superficial, eso era obvio; pero cada vez que le había preguntado a Charlie por "su tipo" él siempre respondía con los tributos físicos que le parecían atractivos. Pero esta era la última vez que se iban a ver por unas semanas, así que decidió indagar más.

-Ok, te gustan lindos.- inició.-¿Qué más?-

-Ugh.- se quejó él, dándole un largo trago a su vaso.-No necesito mucho, sólo una cara bonita, un cuerpo decente, y manos fuertes... sí, me gustan las manos fuertes.- asintió como para sí mismo.

-¿Y una personalidad...?- preguntó, dejando la pregunta abierta para que él llenara los espacios en blanco.

-¿En serio estamos haciendo esto ahora?- gruñó mirándola con el ceño fruncido.

Maya se distrajo por un segundo cuando escuchó la voz de Anton, por lo que le dedicó unos segundos de su atención y una sonrisa antes de volver con Charlie.

-¡Sí!- exclamó.-No podemos hablar de hombres como si fueran objetos sexuales y nada más.- dijo con obviedad, ganándose una carcajada de parte del chico.-Hablo en serio.- rió dándole un pequeño empujón.

-No me gusta que sean controladores, ni que se tomen libertades conmigo.- dijo él.-Tampoco me gusta que mientan, o que me llenen de cumplidos, mierda... odio los cumplidos estúpidos "Eres hermoso..." Ugh, no gracias.- negó con un escalofrío.

Entre TiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora