Ocho

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Los ojos de Maya brillaban con luz propia mientras observaba sus alrededores. Estaba en la entrada del salón de su primera clase universitaria de la vida, el salón era amplio y escalonado; desde donde se encontraba podía ver los asientos envueltos en tela azul marino y la gran pantalla del proyector a los pies de las escaleras. Las luces eran largas y parecían ser de aquellas cuya intensidad se regulaba, las paredes eran de madera clara y resplandeciente como sus sueños, o algo así se le pasó por la cabeza. Estaba alucinando con lo genial que le parecía todo.

Se frotó las manos emocionada antes de comenzar a bajar por las escaleras en busca de un asiento, vio algunos chicos repartidos sin orden en el salón, alejados unos de los otros. Las filas que se hallaban justo frente al mesón del maestro estaban completamente vacías, así que decidió que la primera sería suya. Dejó su morral sobre la mesa y se acomodó, buscó su nuevo cuaderno de tapa calipso y luego alzó su teléfono para tomarle una foto al salón. Se la envió a todos sus amigos y a su familia, junto con un pequeño mensaje que decía "OMG"

Estaba revisando la hora en su teléfono cuando sintió que alguien se sentaba unos cuantos asientos más allá, llevada por la curiosidad alzó la vista y vio a una chica. Era de piel morena y cabello oscuro, el cual levaba suelto sobre un hombro, unos lentes de delgado marco dorado le cubrían los ojos, pero Maya notó sus extremadamente largas pestañas. Su instinto sociable despertó, quería amigas y amigos.

-Hola.- dijo en voz baja.-Hola, ¿qué tal?-

La muchacha abrió los ojos, como espantada, y miró en la dirección contraria, luego miró a Maya y la observó algo sorprendida. Maya se preguntó si es que acaso tenía algo extraño en la cara y casi por instinto se llevó una mano al flequillo de la frente, quizás tenía un cabello apuntando hacia el cielo.

-¿Tengo algo?- le preguntó, tratando de mirar su cabello.

-No... lo siento, ¿me hablas a mí?- le preguntó la chica, sonando alarmada.

-¿Estás bien?- preguntó Maya.

La observó con el entrecejo arrugado, pues de pronto le dio la impresión de la que la muchacha se estaba derritiendo en vergüenza y ella no podía entender por qué. Sólo pasados unos segundos abrió la boca sintiéndose iluminada y asintió lentamente, a veces olvidaba que habían personas que no gustaban mucho de la sociabilización, sólo tenía que pensar en su amigo Val y todo se volvía claro.

-Estoy bien.- le respondió la chica, al cabo de unos minutos innecesariamente largos.

-¡Genial!- exclamó.-Entonces... ¿quieres sentarte más cerca?- le preguntó haciendo un ademán para que se acercara.-Podemos charlar.- ofreció.

La chica miró a su alrededor y tomó sus cosas rápidamente, envolviéndolas en sus brazos como si se le fuera la vida en ello y se sentó a su lado. Apenas lo hizo Maya le sonrió aún más ampliamente, emocionaba por estar haciendo una nueva amiga.

-Oh dios, lo siento... he estado muriendo de nervios todo el día, y no conozco a nadie y soy pésima en los primeros acercamientos...- le dijo la muchacha, efectivamente sonando nerviosa.-Y tú eres la única otra chica y... perdón, perdón, estoy hablando mucho.-

-Y a mí me encanta escuchar.- aseguró.-Soy Maya.- se presentó.

-Eleonor, hola.- le sonrió.

-Vaya, qué nombre más elegante.- comentó.-Eleonor, tú y yo seremos amigas, puedo sentirlo.- le aseguró.

-Oh, gracias, soy pésima haciendo amigos.- suspiró.

-¡Esa es mi especialidad!- exclamó dándole un suave golpe a la mesa.-Ok, estoy lista... dime quién te parece interesante.- le dijo volteándose para mirar al resto del salón.

Entre TiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora