Veintiséis

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Maya no podía concentrarse. Su mente estaba en blanco, literalmente en blanco. No había nada, o quizás había tanto que no lograba procesarlo. Sólo sabía que las ramas desnudas del árbol que había fuera del salón de Economía I se estaban sacudiendo con fuerza gracias a la ventisca, a veces incluso chocaban con el vidrio y lo rasguñaban erráticamente. Se le ocurrió que tal vez contar el número de ramitas en la rama principal era buena idea, así al menos pondría su cabeza a trabajar en algo. Lo que fuera.

-Oye.- escuchó.

-¡Doce!- respondió automáticamente.

-¿Qué?- le preguntó Rebeca confundida.

-¿Qué?- repitió.

Miró a su alrededor y mientras los sonidos que hacían sus compañeros se amplificaban sintió que el alma y la consciencia le volvía al cuerpo. El maestro estaba apagando el proyector, los chicos reían despreocupados echándose los morrales sobre los hombros, y sus amigas la miraban como si hubiera perdido la cabeza.

-¿Qué pasa contigo esta semana?- le preguntó Rebeca dándole una patada a su asiento que la hizo sobresaltarse.

-¿Estás estresada?- quiso saber Eleonor.

-Sí.- asintió abriendo los ojos.

-Iu, tú no puedes estar estresada.- se quejó Rebeca ayudándola a levantarse.-¿Qué queda para nosotros los simples mortales si la Diosa no puede con la presión?- preguntó alzando la voz dramáticamente.

-¿Qué? ¿Qué Diosa?- preguntó sacudiendo la cabeza, haciendo que los cortos mechones de su melena se le pegaban al rostro.

-Esto suena mal, no sé qué hacer ¿qué hacemos?- preguntó Eleonor, mirando a su otra amiga con ojos angustiados.

-Estoy bien.- les sonrió.

Y como si el cosmos quisiera llevarle la contraria, apenas salieron al exterior el viento se le metió bajo la falda de algodón y la levantó. Ella sujetó la parte delantera y sintió a Rebeca cubriéndole la espalda con el cuerpo, así que el exhibicionismo fue mínimo.

-No sé cómo puedes seguir vistiéndote así en esta época.- le comentó la chica luego de una risa burlesca.

-Es una falda gruesa y llevo pantimedias de lana.- se apuntó a sí misma.-Y botas, ¿ves las botas?-

-Yo me moriría de frío.- asintió Eleonor.

Maya se peinó un mechón de cabello tras el oído y suspiró. Comenzó a caminar con las chicas, apenas escuchándolas y dejando, otra vez, que su mente se distrajera con las maravillas de la naturaleza. Como la forma en la que los pequeños charcos de agua reflejaban el cielo nublado y temblaban cuando alguien pasaba cerca o sobre ellos. Por un segundo creyó tener una excelente metáfora en la punta de la lengua, pero no se le ocurrió nada. Quizás sus neuronas habían decidido encender el piloto automático mientras se iban de vacaciones a la Antártica. Quizás ella necesitaba irse de vacaciones...

-¿Estás segura de que no te caíste de cabeza el fin de semana?- le preguntó Rebeca.-¿Tienes una contusión?-

-¿Mmm?- alzó la vista, buscando el rostro de la chica, sonrió cuando lo encontró.-No.- negó.

-Estoy preocupada.- murmuró Eleonor.

-Estoy bien.-

-Eso no te lo crees ni tú, creo que es la primera vez desde que nos conocemos que no has estado hablando o sonriendo o siendo inexplicablemente una bola de vitalidad.-

-Gracias.- le dijo.

-Necesitas una energética.-

Media hora después Maya se había bebido la mitad de una Redbull, dos barritas de chocolate y miraba con el ceño fruncido la pantalla de un tablet en el cual Rebeca había puesto una película de comedia. Estaban sentadas, o más bien amontonadas, en uno de los sillones de la biblioteca de la facultad y perdían el tiempo viendo esa película, pero los exámenes finales habían sido pesados y cualquier break era bien recibido.

Entre TiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora