GREDEL

337 28 1
                                        



Son las seis treinta de la tarde, cuando salgo de la agencia y noto que por el momento ha amainado la lluvia que durante los últimos días ni ha cesado aunque, los oscuros nubarrones cernidos sobre la ciudad, pronostican que continuará así toda la noche: lloviendo. Lleva varios días lloviendo y haciendo mucho frío. Un típico y antecesor clima a las pronosticadas nevadas.

Estoy agotada. Hablar con Andreas tras habernos estado evitando durante las últimas tres semanas, me dejó agotada. Las intensas emociones que experimento sólo estando a su lado, esos sentimientos avasalladores sólo le pertenecen a él y a nadie más. Es dueño de mí física y mentalmente le pertenezco a ése hombre que no quiere otra cosa más que sexo.

He salido con Simon pero aún no hablo con él respecto a este embrollo que tuve con Andreas. Digo, si quiero funcionar con Simon debo ser sincera. Pero Simon no cubre ni una cuarta parte de mi necesidad que tengo de Andreas, él no significa todo lo que Andreas significa. No me gusta la calma, prefiero la tempestad. No me gustan sus besos. No me gusta que crea que soy frágil porque no lo soy. No me gusta que no discuta conmigo y siempre me dé la razón. Y no me gusta comparar a Simon con Andreas porque no existe comparación alguna.

He olvidado que él vendría a recogerme por hablar con Andreas. Si hablar, pese a su intento por desnudarme. Hay ocasiones en las cuales me sorprende mi fuerza de voluntad.

Simon me alcanza, abriendo un enorme paraguas oscuro sobre nuestras cabezas, cuando la lluvia arrecia.

—Oye chica presurosa, ¿olvidaste que pasaría por ti?

Ni siquiera he pensado en ti, Simon.

—Lo lamento, tengo miles de cosas en la cabeza y soy un embrollo.

Aspiro hondo el aire que huele a lluvia, me gusta el olor a lluvia.

—Te invito a tomar algo—ofrece, caminando junto a mí, por la acera poco concurrida.

—¿Por qué?—pregunto, mirándolo de reojo—. ¿Qué celebramos?

Hay ocasiones que soy capaz de bromear a pesar de estar rota por dentro. Simon se encoje de hombros mientras una ligera risa sacude su pecho, me pasa un brazo por los hombros y me acerca a su costado, para protegernos mejor de la fría lluvia. Besa mi frente.

—Celebramos que eres la chica más perfecta que he tenido la fortuna de conocer en ésta vida—hace una pausa, pensativo—. Malhumorada pero encantadora.

Sacudo la cabeza y me rio.

Ni siquiera sé por qué rio ahora, no tengo ganas ni de sonreír pero Simon me ha hecho reír y es algo que se siente bien. Ahora me siento mucho mejor, éste instante, caminando a su lado, por la acera bordeada de árboles y el aire oliendo a lluvia. Se siente maravillosamente bien.

***

Entramos a una cafetería muy concurrida a éstas horas, pero inmediatamente conseguimos mesa, nada más hablar Simon con la dueña del local, supongo que tiene puntos extras con ella o ya ha reservado con antelación. Simon compra una botella de coñac Rémy Martin y me sirve una copa hasta la mitad, mientras él se sirve otra. Le sonrío porque durante los últimos días el olor a alcohol me revuelve el estómago y éste no es la excepción por mucho que desee lo contrario.

—Hace tiempo que no salimos a tomar algo—comenta, pensativo—. Sí, hace casi un mes. Tú estás muy liada en la agencia y yo en el restaurante. Salimos pero son salidas expreses y es raro.

Me llevo la copa a los labios pero oler el contenido de ésta hace que me entren náuseas. Hago una mueca de desagrado y vuelvo a colocarla encima de la mesa.

Mi manera de necesitarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora