GREDEL

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Casi todo está listo para el evento que trae como loca a mi familia, me refiero a la boda de mi hermana Rissa. No ha habido necesidad de explicaciones al aparecer días antes de Navidad en casa porque nadie tiene tiempo de fijarse en mí y lo aprecio. Aprecio con toda el alma no ser el centro de atención de mamá o Larissa, no ahora.

Mi hogar. Mi familia, sin el único refugio que necesito y donde quiero estar y sentirme a salvo. No quise ir con Simon, no cuando intuyo que estará pendiente de mí, intentando consolarme cada vez que me note pensativa. Tampoco he llamado diciéndole dónde puede encontrarme. Con Vera, mi mejor amiga y casi siamesa ha sido otra historia, ella saber perfectamente dónde estoy.

—Pero, ¿realmente te encuentras bien, Gredel?—me preguntó en cuanto la llamé para no preocuparla cuando no llegara a casa—. ¿Necesitas algo? ¿Quieres que vaya y lleve a Simon conmigo?

—No, sólo dile que estoy bien—me apresure a decir al notar el pánico apoderarse de mí porque no quería que nadie más a parte de ella lo supiera—. No debe preocuparse por mí. Necesito unos días para mí sola...sólo dile que estoy bien y luego volveré, ¿vale?

Casi puedo verla asentir con rapidez, como si su cabeza fuera a desprenderse del cuello. Y justo cuando voy a colgar, ella me suelta la pregunta que más he temido desde el momento que me fui.

—¿Y Andreas? ¿Qué le digo a él?—resopla—. Está como loco, nada faltó para que volteara el departamento al revés—hace una pausa al momento que me llevo una mano al pecho en un intento porque deje de doler—. Gredel, él está deshecho.

Me cubro la boca con el puño, silenciando el gemido de dolor que quiero salir al enterarme de cómo está Andreas ahora. Pero yo estoy peor que él porque me ha costado bastante tomar ésta decisión, aunque la nota, contarle sobre mi embarazo en ella fue un error descomunal.

Respiro hondo, infundiéndome valor antes de responder con calma.

—No le digas nada, tú sabes bien cómo tratar con él.

Vera contiene la respiración pero la suelta de golpe, decidida.

—Bien.

—Gracias, Vera.

Supongo que después de la boda de Rissa tendré que confesarles la verdad a mis padres, pero no antes o de lo contrario, la presión sobre mi pobre hermana crecerá al enterarse de todo.

No voy a irme todavía de la agencia, si lo hago, me enfrentaría con serios problemas legales y no estoy en condiciones de pasar por todo eso. Me tomaré algunos días para mí sola, aprovechando que no he tenido vacaciones porque siempre acabo posponiéndolas y nunca las vuelvo a pedir. Ahora sí que las necesito.

Sacudo la cabeza, levantándome de la cama porque tampoco tengo tiempo de lamentaciones. Mi madre dará su cena navideña, a la cual asistirá la futura familia de Rissa y tengo que ayudar en la cocina, poner la mesa y ser linda con todo el mundo ya que mamá siempre me hace comportarme como una digna ama de casa. Sólo ruego por soportar los olores de la noche.

****

Mamá es una gran cocinera, toda su vida la cocina ha sido su pasión y su religión. En ella se siente complementada, es feliz cocinando. No tolera que nadie entre a su santuario a menos que ella lo ordene y por ende, le sorprende verme aparecer allí cuando aún no me ha llamado.

Al notar mi presencia, me lanza una mirada de reojo pero continúa de espaldas, removiendo algo en una olla. Lleva los platinados cabellos teñidos cortos recogidos en un elegante moño y adornado por una diadema roja con diseños navideños. Se ha puesto un ligero suéter beige con brillos que mi padre le obsequió el año pasado para éstas mismas fechas a juego con unos pantalones blancos. Ya mencioné en una ocasión que Rissa es quien más parecido tiene con ella tanto físicamente como en el carácter, mi padre y yo somos más parecidos.

Mi manera de necesitarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora