GREDEL

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Dos años atrás...

¿Qué tiene de extraordinario trabajar en un bar? No mucho.

Llevo dos años trabajando en The Red, un bar en pleno centro del acaudalado barrio de Kensington, Londres. Aquí vienen hijos de ricos que, no por ser los herederos de las más poderosas familias, significa que sus vidas sean perfectas, cuando en realidad son una mierda, lo digo porque he sido testigo de un sinfín de discusiones absurdas que, desatan mayores peleas por simplezas y finalmente éstas terminan en tremendos dramas que tampoco tienen sentido alguno para más tarde reconciliarse y hacer en cuenta que nada pasó. En pocas palabras, la vida de los ricos apesta igual al de una persona promedio porque no tiene mucho por envidiarle salvo la despreocupación por sus tarjetas de crédito que papi o mami pagan, eso sí, yo les envidio ya que no tienen que soportar todas las noches borrachos insolentes para poder pagar el alquiler o cumplirse uno que otro capricho.

Son las nueve treinta de la noche y el bar abre a las diez, sin embargo, me gusta llegar un poco más temprano y ponerme al corriente de los últimos chismes que han acontecido a mi alrededor y de paso ayudo a John, el dueño del bar con lo necesario, ya que son los únicos momentos de calma aquí en el bar, son estos, mientras se hace la limpieza.

—No sé por qué no llenas una de ésas solicitudes en IMG Models—señala John de repente. Me acerco a la larga barra de madera del bar, mirándolo como si no entendiera qué quiere decir—. Audicionas y seguro quedas elegida como la mejor. Deberías hacerlo. Eres sexy.

Arrugo el ceño con la mención de la palabra sexy. No soy para nada sexy, soy normal, tan normal como cualquiera de las mujeres con quienes él habla. Soy demasiado normal y obviamente no creo tener la talla para hacer una audición para modelo cuando carezco de lo básico del modelaje.

—No.

¿De cuándo acá me ha visto dotes de modelo?, pienso sin darle importancia al comentario.

—¿Qué cosa?—pregunta Vera, llegando con nosotros.

Estoy a punto de decir que no haga caso, sin embargo, él se me adelanta.

—Ser modelo—sonríe John, malicioso—. Intento convencer a la chica.

Bufo con impaciencia.

—¿Hola? La chica continúa presente—digo entre dientes. Le ruedo los ojos cuando éste me lanza una sonrisa cómplice—. Ya te he dicho que no—sacudo la cabeza—. No va conmigo convertirme en alguien pendiente de las últimas tendencias en moda o preocuparme si algo que comí me hará engordar, además, ¿de cuándo acá te parece que yo parezco modelo?

—Ni siquiera lo sabes, Gredel—se burla Vera, uniéndose a él—. Anda, que ni parece tan malo. Podrías intentarlo y dejar de ser tan gruñona. Convertirte en una persona más sociable y de paso codearte con la alta sociedad londinense como suelen hacerlo todas las famosas modelos como Kate Moss o Heidi Klum, ellas sí que saben cómo pasársela bien.

—¿La alta sociedad londinense?—repito de mala gana—. Ni al caso viene tu comentario, Vera, de verdad, no me interesa en lo más mínimo algo así.

—Pero admite que éste hombre y yo tenemos razón—coge del brazo a John y ambos muestran los dientes en lo que parece ser una sonrisa.

Niego con vehemencia, rodándoles los ojos a ambos.

—He dicho que no.

Me alejo de ellos, decidida e incapaz de seguir soportando sus recomendaciones para conseguir otro trabajo. No necesito de otro trabajo, me gusta éste que tengo y soy feliz. Aunque, confieso que no sé cuál podría ser el trabajo de mis sueños, pero trabajar aquí, en el bar, me ha ayudado a ser una persona más responsable de mis actos y de paso, no dependo de mis padres o mi criticona hermana mayor, quienes parecen tener una vida perfecta. Pago mis deudas, comparto piso con mi mejor amiga con quien también comparto alquiler y hago lo que me plazca sin vivir al cobijo de mi familia, viviendo sobreprotegida.

Mi manera de necesitarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora