ANDREAS

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El mes de Noviembre parece ir corriendo a una velocidad sorprendente, ahora estamos en la tercera semana de dicho mes y pronto mi familia empezará a llamar, preguntando si iré a casa para Navidad. Dario ya se ha marchado un poco antes de lo previsto porque le salieron planes con sus amigos y no sé que tanto más, mi hermano tiene una vida social bastante ocupada.

Hace tres semanas Gredel y yo dejamos las cosas en paz.

Me comporté con ella como un cretino, un completo hijo de puta y un cobarde. La hice llorar y eso es algo que me ha tenido mal. La herí, le dije cosas espantosas. Cosas que ella no se merecía escuchar. No tengo ninguna justificación y tampoco intento justificarme al respecto. Me doy asco.

Me paso ambas manos por el rostro, frustrado ante el giro descomunal que han tomado los hechos. No pretendía lastimarla, juro por mi madre que jamás he querido hacerle daño ni a Gredel ni a nadie, mas siempre termino haciendo lo contrario.

Durante estas semanas, ambos hemos evitado cruzarnos por el camino del otro, es sumamente difícil teniendo en cuenta que trabajamos en el mismo lugar, yo soy su jefe y ella es la mejor modelo de la agencia y, que más ofertas de trabajo tiene fuera de IMG. Ofertas que haré todo lo posible para que ella acepte y se marche de la agencia.

Hago una mueca de desagrado, pensando en las posibilidades existentes para que ella se marche. No quiero que se vaya. No quiero que Gredel se marche de mi lado. Soy egoísta, lo sé y no me avergüenza admitir que quiero a Gredel sólo para mí a pesar de ser alguien incapaz de ofrecer más de lo que puedo dar. Y ella merece mucho más.

Gredel merece ser feliz. Merece un buen hombre a su lado, alguien que permanezca en todo momento, la proteja y quiera. Alguien a quien no le aterre decir que la ama por cobarde. Alguien que la acompañe en sus locuras, se ría con ella y no trate de entenderla. Que la ame. Ella merece todo lo bueno que la vida le depare y yo simplemente no puedo.

Yo la amo. Amo a Gredel de una manera tan intensa que me aterra sentir, nunca he amado a nadie y es nuevo para mí porque con ello viene el sentimiento de temor ante una futura pérdida. Abrir mi corazón, desnudar mi alma y perderla a ella, me carcome por completo.

Mientras pienso en tales posibilidades, alguien llama a la puerta, alzo la mirada del montón de papeles que tengo delante de mí, donde he fijado mi vista mientras mis pensamientos vagaban y encuentro el moreno rostro de Kate, asomándose.

—Andreas, la señorita Gray ha llegado, ¿la hago pasar ahora?

—Por favor.

Kate desparece por donde ha venido y de nuevo me encuentro pensando en las posibilidades que tengo al alcance de mis manos para que Gredel sea feliz, algo que yo no puedo hacer. Qué sea feliz y libre.

Por eso he llamado a Sophia Gray, ella como su abogada podrá ver las cosas que le convienen a su cliente.

Al poco raro llaman nuevamente a la puerta. Sophia Gray irrumpe en la oficina seguida por Kate, quien nos deja solos.

—Buen día, Andreas.

Salgo de detrás del escritorio para acercarme.

—Buen día, Sophia.

Seré sincero: Sophia Gray no es para nada mi tipo. Ni siquiera me gusta la mujer pero me causa gracia los celos de Gredel hacia ésta pobre chica. Creo que Sophia tiene serios problemas con ser tan vergonzosa o de lo contrario no se pondría roja como la grana a cada segundo. Me causa gracia ver a alguien que se sonroja de la nada.

—Bien, antes que nada, lamento mucho el incidente de la sesión del señor Carvalli—dice— y él mismo desea disculparse tanto con Gredel como contigo.

Mi manera de necesitarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora