El desfile finalizó hace quince minutos, lucimos la más reciente colección de bolsos de Keith LaFre, una reconocida diseñadora que tiene sus boutiques por todo Londres. Ella me ha obsequiado uno como muestra de agradecimiento, creo y me ha ofrecido empleo cuando me canse del modelaje. No estoy segura de lo que ha ocurrido en realidad.
Las chicas a mi alrededor pululan de aquí para allá, hablando entre sí acerca de los planes que tienen para ésta noche y de lo fabuloso que ha resultado el desfile. Yo no he hecho ningún plan con ellas, sólo quiero irme a casa. Tampoco quedé con Simon de ir a ningún lado, ni le pedí vernos y he apagado el móvil. No sé cómo se supone que esto funcione cuando es obvio que, lo evito.
Estoy sentada, delante del espejo del tocador, observando el reflejo de mi rostro, carente de toda emoción. Me he puesto un sencillo vestido beige de manga larga con encajes en la tela, tras finalizar el desfile. Mi expresión nada tiene que ver ahora con la de la chica segura de sí misma que arrasó en la pasarela hace rato, a quien todos vitoreaban y era perfecta.
Me siento vacía, supuse que no sería así, que retomaría mi felicidad tras haber una vez más, roto con Andreas. No fue así. Anoche, después que cenamos pizza y vinos una temporada de la comedia How I Meet Your Mother?, decidí marcharme a mi habitación y dejar a los demás que siguiesen bebiendo vodka y se divirtieran sin mí.
Soy un caos. No soy la compañera de juerga ni siquiera de Vera quien insiste en salir por ahí. Mucho menos resulto ser buena para prestar atención a las conversaciones de Simon o a sus chistes. Me doy pena a mí misma por estar tan frustrada.
Mark llega en algún momento del caos reinante, se sienta en el asiento vacío a mi lado, ignorando los grititos de fingida indignación que han lanzado las chicas al verlo aparecer, mientras ellas se encuentran en topless.
Coge mis piernas, subiéndolas a su regazo.
—¿Cómo estás?—pregunta, interesado—. Anoche desapareciste y nos dejaste a los tres terminar el resto de la pizza y la botella de vodka. Sin mencionar que Vera casi lloró al final de la noche por no sé que ex novio del kinder.
Apoyo una mejilla en la palma de mi mano, recargando el codo sobre el tocador. Lo miro fijamente.
—Estoy cansada, Mark—respondo en voz baja, casi inaudible.
Mark sonríe, aparta con una mano los cabellos que se han venido sobre mi rostro. Descansa su mano en mi mejilla, acariciándola con el pulgar. De verdad, estoy agotada. Física y emocionalmente.
—Fue una noche de tormenta, ¿te dan miedo los relámpagos y los truenos?
Anoche, no dormí nada, no imagino que se debiera al hecho de la tormenta que cayó cargada de relámpagos, truenos y fuerte viento. Simplemente, he pasado una mala noche, la peor en mucho tiempo y todo el mundo se ha dado cuenta de mi estado de sopor.
—¿Qué haces aquí?—pregunto, evadiendo el tema y cambiando el rumbo de la conversación.
Mark se encoge de hombros, luego se rasca la barbilla de manera pensativa y pone ésa mirada suya sin decidirse a hablar. Al final suspiera de manera dramática.
—Andreas está gritándole a todo el mundo a pesar que las cosas salieron ésta noche de las mil maravillas—explica. Sacude la cabeza con desgana—. Si una mosca pasa volando, ya es motivo suficiente para que monte en cólera—me mira con pesar—. Ha hecho llorar a Kate.
Arqueo las cejas de manera sorpresiva. Vaya.
Kate es, de todas las mujeres que trabajamos aquí, la menos susceptible a los berrinches de cualquiera y que Andreas haya hecho que la mujer se resquebraje al grado de llorar, es demasiado.
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Mi manera de necesitarte
Ficção GeralÉl es arrogante y mujeriego. Ella es divertida y romántica. Él no está interesado en comprometerse con nadie. Ella desea tener su final feliz. Gredel Campell siempre ha creído en los finales felices y desea tener uno cuando conozca al hombre indicad...