Dos años atrás...
¿Me echo para atrás? Dios, estoy tan nerviosa pese a mis intentos de mantener la calma, demasiado nerviosa. Qué haré ahora, la apuesta con John no consistía en ir al departamento de Andreas Miller para tener sexo.
Quiero vomitar, mi estómago es una colonia de mariposas que no dejan de revolotear. Y no se trata de ésas mariposas de preciosos colores que uno sueña poder atrapar para ponerlas como separador entre las páginas de un libro, sino que se trata de ésas mariposas molestas que no se marchan fácilmente cuando haces todo lo posible por echarlas.
Tendré sexo con un completo extraño, ¿de verdad? Nunca lo he hecho y no me refiero a irme con un extraño, bueno eso tampoco lo he hecho pero vale, nunca he tenido sexo. En mis veintiún años de vida, jamás he tenido sexo.
Ahora que reparo en ésos pequeños detalles, me arrepiento no haber seguido los consejos de Vera o mis demás amigas cuando se ponían a dar lujo de detalles acerca de las noches desenfrenadas que pasaban con sus novios o amigos con derecho o lo que fueran. Yo en cambio, prefería ignorarlas. Además, en mi familia se ha usado la tradición de llegar virgen al altar y no sé si mi hermana mayor Rissa vaya a respetar la tradición, pero al menos ésa era mi intención hasta hace poco.
No quería sumarme a los estándares de chicas que van follando con el primero que les habla bonito o es guapo o sexy o huele delicioso o te provoca molestas mariposas en el estómago. Ahora, yo acabo de convertirme en otra más.
Llegamos a un imponente edificio de ladrillo oscuro que tiene las mejores panorámicas de Londres. La fachada parece haber sido construida completamente de cristal, afuera un parquet de arbustos enanos y todo un camino de grava.
Pasa de largo y sigue conduciendo a través de la entrada del edificio que lleva a un subterráneo, creo. Las luces del lugar son bajas y uno tiene que acostumbrar la vista. Apaga el motor y me mira largo y detenido con ésos grandes ojos azules enmarcados por espesas pestañas. Siento que me encojo en el asiento de piel con ésa intensa mirada, que me vuelvo más pequeña y frágil.
Creo que estoy por ponerme a hiperventilar.
Sonríe y a continuación abre la portezuela y baja, rodeando el auto a prisa y llegando a mi lado para abrir mi portezuela.
Sólo respira, Gredel, me doy ánimos yo sola.
Hace frío aquí abajo y yo sigo llevando su chaqueta encima, deleitándome con su olor y su calor. Caminamos en silencio por el lugar, un guardia de seguridad que patrulla nos da las buenas noches y apenas y puedo murmurar una respuesta. Obligo a mis pies a seguir avanzando rumbo al ascensor, con la mirada fija al frente.
Afortunadamente, un anciano espera allí y nos saluda cuando los tres entramos. Evito mirar el espejo que hay enfrente, limitándome a cruzarme de brazos. Mi momento de buena suerte es breve porque el anciano sale primero que nosotros.
Juro que si me besa ahora, me derrito entre su brazos.
En cuanto las puertas del ascensor se abren nuevamente a la par, salinos y me guía a la puerta que hay cruzando el pasillo. Es la única puerta de madera oscura y sobria en todo el piso.
Creo que voy a desmayarme de un momento a otro. Estoy tan nerviosa que me ha dado hipo.
Andreas me mira, divertido cuando cierra la puerta y me envuelve entre sus brazos, ignorando el hecho que la mujer que está a punto se follarse le ha entrado un ataque de hipo. Se inclina, aspirando mi perfume y pasando la nariz por mi babilla, provocando que toda la piel se me erice.

ESTÁS LEYENDO
Mi manera de necesitarte
General FictionÉl es arrogante y mujeriego. Ella es divertida y romántica. Él no está interesado en comprometerse con nadie. Ella desea tener su final feliz. Gredel Campell siempre ha creído en los finales felices y desea tener uno cuando conozca al hombre indicad...