Capítulo 37: Mensaje falso

178 20 10
                                    

El ceño contraído de Villa producía ternura en ella, el chico se preocupaba a pesar de que ya le hubiera dicho que no había rastros de su malestar, que se sentía perfectamente bien y capaz de realizar cualquier actividad que la noche anterior no. Le costó convencerlo, pero lo logró.

No tenían mucho tiempo de sobra, ese día debían partir al aeropuerto para volver a casa, bueno, sólo ellas. Los chicos irían a España, y el reencuentro era indefinido. Como siempre, no quedaba más que esperar que fuera un lapso corto de tiempo el que los separara, sobre todo con un espacio tan grande entre ellos.

Pasaron el día que les quedaba paseando, yendo en coche, oyendo música, hasta que la hora de asistir al aeropuerto arribó, sacándolos de la ensoñación que vivían. Llegaron al lugar tranquilos, pues esta vez el reloj no iba en su contra como normalmente.

Juan Pablo estrechó a Dian tan fuerte como le fue posible, estando lo más cerca de que pudiera, como si se fuera a fundir con ella. La soltó luego se cerciorarse por medio de una cuestión de que se sintiera bien.

—¡Que ya le dijo que sí!— exclamó Isaza, metido en las pláticas ajenas, lo normal.

Lo ignoró, también lo normal, y miró una vez más esos ojos azabache que lo atravesaban con tanta facilidad y sin la intención. Pero la distancia que estaban por tener no se comparaba con la que había sentido los dos días pasados con ella, como si no hubiera estado presente, como si su cuerpo fuera impenetrable de sus miradas, un campo de obstáculos que no admitía su participación. Eso estaba atrás, al menos eso quería pensar, Dian ya no evitaba el contacto visual; seguramente todo había sido porque se sentía mal.

La joven se paró de puntitas para igualar lo máximo posible sus estaturas, tomó suavemente sus mejillas y besó sus labios. Él le devolvió el gesto de despedida, anhelando no moverse de ahí. Aún sentía el sabor de sus labios cuando un metro los separó, dos, tres, cuatro... y desaparecieron tras la sala de abordaje.

🥀🥀🥀

Cuando ya dejaba de extrañarlo, debía despedirse. Siempre había sido así y ese sentimiento de vacío se había acoplado a su pecho demasiadas veces ya, que comenzaba a ser parte de él. Sin embargo, Dian no se quedaba a pensar en el escozor que le provocaba, además mantenía la certeza de que pronto terminaría.

El vuelo pasó —redundantemente— volando, de un momento a otro ya estaba bajando su maleta y saliendo del avión, recibiendo en su audición el sonido del barullo lejano.

Los ecos de la felicidad por el triunfo de los chicos residían fuertes, aumentando sus ganas de comunicarse con ellos, pero sabía que para eso faltaba. Miró la hora en su celular, y las notificaciones comenzaron a llegar: Mensajes, en su mayoría los que L le había tratado de mandar a lo largo del vuelo para molestarla, sabiendo que no le llegarían hasta que aterrizaran. Entonces, una de esas notificaciones llamó su atención.

No subía fotos a Instagram seguido, raro era cuando publicaba algo, solía entrar a esa aplicación frecuentemente para observar otras cosas. Pero entre las notificaciones que obtenía de ahí, no muchas eran de mensajes.

El estar relacionada con alguien conocido traía muchas consecuencias en las redes sociales; la mencionaban con frecuencia y le llegaban mensajes que transmitían buenas o malas vibras. Ignoraba las de la segunda clasificación, no causaban efecto en ella, había construido una barrera entre las palabras hirientes y sus sentimientos hace mucho. Sin embargo, algo sí surgió en ella cuando leyó un nuevo mensaje de Instagram proveniente de una cuenta fan de los chicos, porque nunca le habían dicho algo parecido:

"Hola, Dian. Espero que te encuentres bien después de lo que ha pasado. :( Te escribo con el motivo de decirte que lo siento, de verdad, no puedo creer que esto haya sucedido. Siempre me has caído bien y sé que ahora debes de estar mal. En serio lo siento. Villa se pasó, no lo perdonaré."

Ángel Mío: Nada Es EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora