Capítulo 26: Perderte

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🪕Villa🪕

Días habían pasado desde que Dian le había hecho esa pregunta referente a su futuro, días desde que una duda obtuvo cuerpo e importancia en su mente, y no se lo había contado a nadie, ni siquiera a ella. Sin embargo, sabía que podía ser muy transparente a veces, y en esta ocasión no sería distinta, pronto sus amigos harían preguntas sobre su comportamiento apartado y pensamientos remotos. En parte se alegraba, necesitaba que alguien le diera su opinión, pero no quería ser él quien la pidiera.

— Tierra llamando a Papo, tierra llamando a Papo— decía Simón mientras Martín le lanzaba la segunda bola de papel al ojiverde. Villa ni se había inmutado.

Nada.

— ¡Juan Pablo!— lo llamó Isaza.

Fue expulsado de las profundidadez de su zona de reflexión con ese llamado. Sacudió la cabeza y se volvió a sus amigos y a Susana, quien los acompañana en aquella reunión para terminar con los arreglos de la canción.

— ¿Qué pasa?

— Pasa que llevas cinco minutos subiéndote el cierre de la chamarra— contestó el del sombrero.

— Se le fue el internet— comentó Martín.

— Sólo pensaba.

— Lo notamos— dijo Simón.

— ¿Pasó algo malo?— preguntó Su, preocupada.

— Oh no. Todo bien. Hay que seguir.

Trató de ahuyentar aquello que lo atormentaba. Resultó, pero fue temporal. Terminando aquella reunión, las dudas regresaron apresuradas y decididas a fastidiarlo más. Se despidió de todos, él fue el último en salir del departamento de Isaza.

— ¡Villa!— lo llamó su tocayo a sus espaldas. Volteó a verlo. El chico se había inclinado y mantenía sus manos en sus rodillas con la respiración agitada—. No vayas tan rápido.

— Pero si a penas di un paso fuera de tu apartamento.

— No metas mi condición física en esto. Necesitamos hablar— respondió incorporándose.

— ¿Sobre?

— Usted.

Villa frunció el ceño, confundido.

— ¿Sobre mí?

— No se haga, estuvo raro todo el rato. Hasta Susana y los Vargas me pidieron que te preguntara qué pasaba, aunque ya lo iba a hacer de igual forma. Supongo que saben que no les responderías a ellos con la verdad. No le fallaré al pueblo en mi misión.

El ojiverde agradeció internamente, pero de todas maneras, no sabía si sería buena idea decirle a Isaza. Le tenía mucha confianza a su amigo y no sentía vergüenza cuando le contaba de sus problemas, pero a veces seguía sintiéndose incómodo hablando de ciertos temas y situaciones. Como en esta ocasión.

— Oh, no es nada importante— se limitó a decir.

— Debe serlo para que te tenga así. Y bueno, si tampoco quieres contarlo, está bien, pero quería ayudar.

Ángel Mío: Nada Es EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora