Capítulo 53: Venganza

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🔮Isaza🔮

El paisaje urbano se desvanecía con los minutos, conforme las canciones de Michelle terminaban y el silencio se tornaba cómodo. Sus párpados comenzaron a pesarle, y cuando los cerró, recargándose en la ventana, un recuerdo reciente se adueñó de su mente.

—Se merecen este descanso —le dijo Emilia, poco antes de partir—. Disfrútenlo mucho. —Su sonrisa iluminó sus pensamientos.

—Regresaremos antes de que te des cuenta —aseguró él, empezando a sentir los nervios trepando por su espalda—. Y-y... cuando eso pase quiero decirte algo.

Ella sólo sonrió más.

—De acuerdo. —Y lo abrazó para despedirse.

Eso fue lo único que pasó por su mente antes de entregarse a la somnolencia.

🥀Dian🥀

Una hora y al fin habían salido de la ciudad. Oyendo la música que L y Simón elegían, se puso a jugar algo en su celular. La pareja de los asientos delanteros cantaban las canciones, Anyara leía un libro, Martín veía un video y los Juan Pablos dormían. En resumen, todo era tranquilidad. Lo suficiente para tomarse el tiempo para pensar en lo ocurrido con Villa.

Deseaba no hacerlo, pero sabía que cuando él despertara las cosas tomarían un rumbo incómodo, mucho más cuando bajaran del auto.

—¡Mucho más allá! —cantó Michelle.

Simón cantó la parte aguda, desafinado. Dian, Martín y Anyi se rieron con ellos.

—Muchachos, si les gusta tanto esa canción, ¿por qué no la cantan en "si"? —preguntó Martín.

—¿Eh? —articuló Simón.

—En silencio —respondió el baterista, sin apartar la vista de su video.

Y Dian sonrió, pero al momento sus comisuras descendieron, porque sintió cómo a su costado Juan Pablo se removía aún dormido, dejando caer su cabeza sobre el hombro de la joven. El corazón de Dian latió desbocado, y se permitió ser vulnerable ante el calor que emanaba Villa, recargándose igualmente en él.

Porque esa podía ser la última vez.

🥀🥀🥀

Pasaron los minutos, volviéndose horas, kilómetros cruzados, pastizales con árboles dispersos, una carretera que parecía infinita.

Cuando Villa despertó, Anyi e Isaza platicaban en voz baja y la radio era el entretenimiento auditivo.

Pero lo que dolió fue saber que Dian estaba recargada sobre él, dormida. Decidió no moverse. No quería.

Minutos más tarde, cuando todos estaban despiertos y felices porque faltaba menos para llegar.

Y cuando Dian despertó, ambos hicieron como si nada hubiera pasado.

—¿Ya casi llegamos? —preguntó Martín.

—No, falta un rato —respondió Simón.

—Es que ya me cansé.

—Vienes acostado, Marto —dijo Villa.

Ángel Mío: Nada Es EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora