Capítulo 12: Conmigo

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Dian

Isaza jugaba con su spinner, eso era lo que había hecho que se tranquilizara luego de haber querido asustarlos diciendo que prendería fuego a la cocina. Dian entendía que estuviera irritable, había estado estresado por el trabajo aún en esas vacaciones, luego se metía a una discusión y claramente se estresaría más.

— ¿Ya, Isa?— le preguntó Anyara.

La miró, sin dejar de darle los golpecitos a ese objeto para que girara.

— Sí, ya.

— ¿No nos harás guardar los encendedores bajo llave?— habló Dian.

Isaza desvió la mirada a su amiga y no pudo guardar una sonrisa.

— No— le dijo.

— ¿Entonces ya no voy por las llaves?— cuestionó Michelle.

— ¿Qué?

— Puede volverse a enojar nivel Villaco e incendiar todo el apartamento mientras estemos durmiendo, Isaza, mejor estar prevenidos— continuó el baterista.

— ¿Nivel qué, Martín?— espetó Villamil, mirándolo con el ceño fruncido.

— No, ¿sabes qué, Mich? Mejor sí ve por las llaves. Lo conozco— dijo Anyara, eludiendo, al igual que todos, lo dicho por Villa.

Isaza los miró con los ojos entrecerrados y con la boca abierta.

— Malditos.

— ¿Que tienes hijos?— se escuchó a la voz adormilada de Simón desde el sofá, el chico los miraba confuso, pues acababa de despertar.

Todos lo voltearon a ver. Michelle fue a sentarse a su lado, pasándole las gafas para que se las pusiera.

— Te perdiste de mucho, Monchito— dijo el ojiverde

— ¿Como de qué?

Mientras le contaban lo ocurrido, el chico de gafas soltaba una que otra risilla, pero no se arrepentía de haberse quedado dormido, no era fan de las discusiones, o al menos no de las que no fueran tan relevantes como para que valiera la pena el enojo y el ponerse a la defensiva.

— ¿Entonces no quemaron nada al final?

— No— contestó L.

— Ay, hubiera sido increíble.

— ¿Verdad?

— Ya empezaron de piromaniacos— dijo Isaza, frotando su rostro con las manos.

De la respuesta que dio Simón se desglosó una conversación completamente diferente en la que todos participaron, en la que de nuevo se fue una oportunidad más de Dian para contarles toda la verdad. Aunque mejor dicho, era su culpa por no tomar la oportunidad en su intento de buscar "el momento adecuado", cuando en realidad ese era el momento.

Escuchó a L decir "cine", la verdad era que desde hace un minuto se había desconectado de la plática y no sabía de qué hablaban. Entonces, Isaza respondió, pero "Villamil" fue parte de su oración. Al oír el apellido del chico que amaba, volteó inmediatamente.

— ¿Que Villa qué?— preguntó, mostrando lo perdida que estaba.

— Ya lo van a defender, Papo—  dijo Martín.

— Que Villa se acaba todo cuando vamos al cine. Pero bueno, tú debes de saber más que nosotros sobre eso, Dian.

La azabache miró a Isaza sospechando de que intentó decir algo más en esas palabras. La risita que dio después, lo confimó.

Ángel Mío: Nada Es EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora