Capítulo 52: ¿Por qué te vas?

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🥀Dian🥀

El elevador abrió sus puertas, había llegado a su piso. Caminó por el corredor hasta toparse con la puerta correspondiente. Con manos temblorosas, sacó sus llaves para ingresar. Sabía lo que se encontraría, el resultado de que su grupo de amigos no se hubiera visto en varias semanas:

-Trata de no tirarlo -murmuraba Anyara.

-Quita la que está en medio, idiota -aconsejó Michelle.

-Marto, usted no sirve para esto -dijo Villa.

-Les juro que es adoptado -habló Simón.

-No molesten a mi Martincho -lo defendió Isaza.

-¿Pueden callarse? -espetó Martín, que se inclinaba hacia el Jenga que jugaban en el comedor-. Necesito concentrar... Oigan, ¿Sabían que el Tiranosaurio rex no puede aplaudir porque está muerto ya? -Y se soltó a reír-. Lo leí en la mañana.

Ajá, y el Jenga cayó.

Emilia, que se encontraba a un lado suyo, rio contra la palma de su mano. Anyara, Michelle y Simón hicieron lo mismo, pero en una libre risotada.

-¡No! -gritó el chico, tomando las piezas a pesar de que ya se encontraran regadas en la mesa.

-Bendita sea la distracción de Martín -ironizó Villa, aplaudiendo.

-Bendito sea tu sentido del humor -contestó se igual forma su tocayo.

Pero las risas se detuvieron momentáneamenre cuando oyeron la puerta cerrarse. Una vez sabiendo de quién se trataba, retomaron sus sonrisas.

-Cuñada, venga a jugar con nosotros, Martín ya ha calentado su asiento de perdedora -bromeó Isaza, recibiendo un codazo por parte del banjista-. Uyyy, mamá oso.

-¡Creí que estaba de mi lado! -exclamó Martín, indignado.

-Lo estoy, pero no pude evitarlo.

Dian sonrió levemente y dejó su mochila en la sala.

-¿Cuánto tiempo llevan jugando? -preguntó mientras se acercaba, parándose a lado de Anyara. Evadió la mirada de Juan Pablo.

-Lo suficiente para que Martín odie el Jenga a partir de hoy -respondió Villa, cruzándose de brazos, una respuesta no verbal a las acciones de Dian. La joven prefirió hacer como si no lo hubiera notado.

-No lo hizo tan mal -lo defendió Anyara.

Todos la miraron confusos, incluso Martín y Emilia, aunque ella lo disimuló más.

-Hemos jugado cinco partidas y, en todas ellas, él ha sido quien la derrumbó -habló Michelle.

Anyara torció los labios.

-Bueno, no lo hizo taaaan bien.

-Bien, de todas formas ya teníamos que recoger todo -habló Simón, comenzando a recolectar las coloridas piezas de madera-. Ya casi es hora de que nos vayámos. Podemos llevarnos el juego para jugar allá.

Todos estuvieron de acuerdo y ayudaron a poner orden. Dian se apartó un poco. A unos metros, en el sofá, Emilia platicaba animada con Michelle y Simón. Anyara e Isaza sacaban unas bolsas de la cocina, donde seguramente se encontraba el alimento para el camino (Ella insistió, conociendo el apetito de todos). Y Vill-

-¿Cómo te fue en la escuela? -Villa acababa de llegar a su lado. Dian pegó un pequeño brinco por la sorpresa.

-Dios, no te aparezcas así -respondió con una mano sobre su pecho a causa del susto. Respiró, pero no para recomponerse de aquello, sino para calmar los nervios que comenzaron a picar en cada parte de su cuerpo-. Me... me fue muy bien. ¿Y a ti? -Trataba, de verdad lo hacía, de no toparse con su mirada, poque no habría vuelta atrás.

Ángel Mío: Nada Es EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora