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Después de tres pesadas horas llegó el recreo. Salí al patio con dos de mis amigas, Beatrijs y Berniss.

Beatrjs era alta, con la piel muy blanca. Su pelo le caía como un torrente castaño sobre su espalda. Unos brillantes ojos grises iluminaban su rostro.

Berniss, en cambio, parecía que era de otro país: era una chica mas bien bajita, de piel y pelo moreno. Sus ojos, siempre alegres, eran marrones. La verdad no parecía holandesa.

Yo, según mis amigas, destacaba bastante. Mi pelo era negro, negro como el azabache y completamente liso, con flequillo. Mi piel era muy pálida. Lo único que destacaba en mi rostro eran mis ojos, unos ojos "raros", según Beatrijs. Unos ojos amarillentos. Enigmáticos.

De repente, Berniss se quedó mirando a un punto detrás de mí. Mi amiga miró a Beatrijs, que también miraba hacia el mismo lugar.

- Alide - me dijo Berniss.

Alzé la cabeza hacia ella. Mi amiga señaló con la barbilla a aquel punto.

Me giré.

Preferiría no haberlo hecho.

En el filo del CuchilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora