Él II

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Estaba en mi cuarto, con un cuchillo en la mano. Miraba mi muñeca y el cuchillo alternativamente, dubitativa y algo furiosa. No lo soportaba más. El día anterior, en el instituto, me encontré mi mesa llena de insultos hacia mí, zorra, hija de puta, puta, guarra...
Se había formado un corro de chicas y chicos con sonrisas burlonas y caras de satisfacción. Eso fue la gota que colmó el vaso. Me había pasado que, al entrar a clase, la gente me miraba mal, con asco, y se reían a mi paso. Y luego estaba Ethan, sus persistentes llamadas, su intento de hacer como si no pasara nada con mi madre... (aunque ella ya sabía lo que me había hecho)  Pero todo tiene un límite. Y ahí estaba yo, en mi cuarto, con el cuchillo. Cerré los ojos con fuerza y me hundí el cuchillo en la muñeca. Primero hubo dolor pero luego... Alivio. Sentí alivio.
Abrí los ojos.
Un hilillo de sangre bajaba por mi antebrazo, manchándome una pulsera que me había regalado Nina. Me recosté contra la pared y volví a cerrar los ojos. Las imágenes de aquellos insultos sobre mi mesa y las caras de esa gente desfilaron por mi mente.
" Zorra, puta, hija de puta."
Enterré la cabeza en el regazo y dejé el brazo con sangre colgando. Al cabo de un rato, me levanté y fui al baño, para ponerme algo sobre la herida, una tirita, esparadrapo, lo que fuera.
- ¡Alied! -me llamó mi madre desde su cuarto.
Rápidamente, escondí el cuchillo y me puse un esparadrapo en el corte. Luego me puse un suéter de manga larga, para esconder lo que me había hecho.
- ¿Sí? -dije asomándome al umbral de la puerta de su cuarto.
Mi madre me miró, tenía unas profundas ojeras. Suspiró hondo antes de decir:
- ¿Quieres denunciar a tu hermano?

En el filo del CuchilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora