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Me arrepentí de haber dicho eso casi enseguida. "¿Por qué? ¿Te vas a echar atrás? Ya viste lo que te ha hecho tu querido hermano.", dijo la vocecita en un rincón de mi mente.
- No. -dije de repente.
Dieneke se giró y me miró.
- ¿A qué te refieres? -inquirió.
- No voy a hacerlo. No voy a denunciarle.
Ella me miró durante unos segundos, clavando sus ojos azules en los míos anaranjados.
- ¿Sigues sin darte cuenta? Por mucho que sea...
- Ya lo sé. -corté. Aún estaba muy frustrada y enfadada por aquella experiencia. Pero la venganza se sirve fría, dicen. - Lo haré, pero aún no.
- No te entiendo, Alied. -dijo mientras apoyaba la mano en su mejilla.
La melodía de Juego de Tronos se dejó oír. Era mi móvil. Me lo saqué del bolsillo trasero del pantalón y lo descolgué.
- ¿Sí?
- ¡Alied! ¿Dónde estás? -preguntó mi madre con un matiz de preocupación en su voz.
- En el parque. Era más fácil mandarme un whattsapp, así no tendrías que estar llamándome.
- Uf. Lo siento, Ali. Estaba preocupada. ¿Y tu hermano?
"¿Y tu hermano?". Un escalofrío recorrió mi espalda.
- ¿Hija, estás ahí?
Volví a la realidad.
- Sí, sí. Pues no lo sé. Se fue antes. -me mordí el labio inferior.
- ¿Estás bien?
- Claro. -dije intentando hacer que mi voz sonara normal- ¿Por qué?
- Estás rara. -dijo mi madre solamente.
Siempre he creído que mi madre tenía una especie de radar para los problemas, pero no imaginaba que llegase a tanto.
- ¿Rara? Qué va, estoy bien. En serio.
Mi madre suspiró al otro lado de la línea.
- Bueno, vale. Lo que tú digas. ¿Vendrás a casa, no?
- Sí.
- Hasta luego.
- Hasta luego.
Colgué el teléfono y me lo volví a guardar.
- Era mi madre. Quiere que vaya a casa.
Dieneke se levantó y me tendió una mano. Cogiéndosela, me levanté.
- Ya sabes... Si pasa algo más... Si intenta forzarte o algo... Aquí estoy. -concluyó con una amable sonrisa.
- De acuerdo. Muchas gracias, Dieneke. De verdad... -dije mientras le daba un abrazo, agradecida.
- Ni las des. Para eso estamos las amigas, ¿no?
Nos separamos.
- Sí, claro. Si vuelves por Rotterdam mándame un mensaje y nos volvemos a ver.
- Eso espero. El domingo vuelvo a Ámsterdam. -dijo entornando los ojos, con resignación- Cómo el instituto al que voy. Demasiado choni hay suelto.
- Como en todas partes, boba. ¿Hoy es viernes?
- Sí. Doy gracias por ello. -juntó las manos a modo de agradecimiento y miró hacia el cielo.
Sonreí.
- Bueno, me marcho a casa. -le dije.
- Y yo. Mi padre estará ya en casa.
Nos dimos un último abrazo y Dieneke empezó a correr en dirección opuesta a mi casa. Su media melena parecía volar mientras mi amiga corría. Me dí la vuelta y miré hacia el edificio azul, casi con miedo. Fruncí el ceño y caminé hacia él. Entré al edificio y cerré la puerta de la entrada. Llamé al ascensor y cuando éste llegó, ví mi reflejo en el espejo que había en él. La chica que allí se reflejaba tenía aspecto cansado, pálida y con un profundo gesto de tristeza. Había que ver los estragos que había causado ese chico que se hacía llamar "hermano". Llegué a mi piso y me detuve ante la puerta de mi casa. No sabía si entrar o no. Aún era muy vívida aquella sensación... Sacudí la cabeza para apartar aquellos pensamientos de mi mente. Me armé de valor, metí la llave en la cerradura y entré.

En el filo del CuchilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora