Silencio

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Salí de la habitación como impulsada por un resorte. Tenía que buscar a un médico, un enfermero, alguien. Casi atropellé a un hombre en mi búsqueda. Era alto, rubio y de ojos verdes. Llevaba una bata blanca con dos bolsillos en los costados.  Sostenía una libreta en una mano. Era un médico.
- ¿Está bien, señorita? -me preguntó con tono de preocupación.
- Yo... Ehm... Hay, hay un chico que está en coma y... Y... -las palabras no me salían.
- Vale, vale. Tranquila. Respire hondo.
Inspiré y empecé de nuevo.
- Hay un chico en coma. Abrió... Abrió los ojos y los volvió a cerrar. Me oprimió... La mano, pero con muy poca fuerza.
El hombre se dio la vuelta.
- ¡Clarissa!
Una chica, rubia también, apareció por el umbral de una puerta contigua.
- ¿Sí, Rusell? -su voz era dulce.
- Acompáñame. -la chica asintió y  vino hacia nosotros- ¿Qué habitación es? -preguntó mientras se daba la vuelta para mirarme.
Le señalé la dirección y fuimos hacia allí.  Al llegar, el médico, Rusell, cerró la puerta y sacó del bolsillo de su bata una pequeña linterna. Le abrió un ojo a Adrien y empezó a moverla de un lado a otro. A su lado, Clarissa observaba atentamente los movimientos del hombre. Él apagó la linterna y revisó el pulso cardíaco de Adrien.
- Acto reflejo. -dijo al fin.
- ¿Qué? -susurré.
- Es una estimulación sensorial. -dijo Clarissa- No se sabe con certeza si un paciente en estado de coma puede sentir algún contacto físico, o oírnos, si quiera, pero por alguna razón es como si lo sintieran e intentan reaccionar. -cogió un coletero y jugueteó con él- No sé si me explico.
Miré a Adrien.
"¿Me... Me oíste? ¿Sentiste mi mano?"
- ¿Eso quiere decir que va a despertar? -formulé la pregunta a sabiendas de que me agarraba a un clavo ardiendo.
Rusell clavó en mí su mirada verdosa.
- No... No tiene nada que ver.
Eso me sentó como un cubo de agua fría. En ese momento, Lara y Sven irrumpieron en la habitación.
- ¿Qué ha pasado? -la voz de Lara tenía un tinte de angustia.
Rusell y Clarissa le relataron el suceso y la explicación de ello. Al acabar, Lara miró a su hijo y luego a todos nosotros, uno a uno.
- Bueno... -musitó- Sigue vivo.

En el filo del CuchilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora