Final

384 19 14
                                        

Un mes después fuimos a juicio. Fue un mes lleno de tensión, más burlas en clase, de cortes en las muñecas pero, ante todo, Adrien siempre estuvo a mi lado, apoyándome en cualquier cosa. Descubrí que la que había dicho a todo el mundo lo de mi violación fue, nada más y nada menos, que Dieneke. Nunca imaginé que pudiera hacerme eso.
- ¿Cómo has podido, Dieneke? -le dije yo, entre furiosa y entristecida.
Ella ladeó la cabeza.
- No haber confiado en mí. -dio media vuelta y se alejó.
Y pensar que yo confié en ella... Maldita la hora en la que le confesé todo.
El día del juicio, estuvimos tres horas en esa sala, soportando la gélida mirada de mi hermano. Yo no hacía más que mirar hacia el suelo y responder a las preguntas que me formulaban. Mi madre enseñó la foto del morado que me había dejado Ethan en aquel horrible día.
- Ethan Amberg, ¿admites haber forzado a tu hermana, Alied Amberg, a mantener relaciones sexuales? -preguntó el juez.
El aludido me miró fijamente, muy serio. Después de un rato dijo:
- Sí, lo admito.
El juez apuntó algo en una libreta y a continuación golpeó la mesa con una especie de martillo de madera.
- Ethan Amberg, te condeno a un año de cárcel y en cuanto salgas, un año de trabajos comunitarios. Cierro la sesión.
Él bajó la cabeza y asintió con un gruñido. Se levantó y dos policías fueron hasta Ethan. Le sujetaron las muñecas y le pusieron unas esposas. Me dirigió una última mirada, pero no fue una mirada fría o de odio, mas bien fue una mirada de tristeza, de arrepentimiento. Flaqueé un poco ante esa mirada... Mi madre me rodeó con un brazo y me sacó de allí. Llegamos a casa y me volví a cortar, aunque no sé por qué. Más burlas durante otros tres meses. Dolor. Sufrimiento... Y cariño, cariño por parte de mis seres queridos. Adrien y yo tomamos una decisión; hicimos lo que nunca nos atrevimos a hacer y le dejé entrar en mí. No tuve palabras (ni las tengo ahora) para describir esa noche. Pero seguía teniendo problemas en clase.
***
Y aquí estoy ahora. Mirándome al espejo y recordando esa larga y triste etapa de mi vida con dolor. Suspiro y me seco los ojos con el dorso de la mano. Recojo el cuchillo del suelo, al lado del lavabo hay una toalla roja, la cojo y seco la sangre del suelo. Al menos no se notará mucho, dado que la toalla es de un rojo granate. Alguien toca el timbre.
"¿Quién? Y encima justo ahora."
Me lavo la cara para despejarme y salgo del baño con una venda en la muñeca recién cortada. Saco del armario unos vaqueros y una sudadera de Nirvana larga y negra. Bajo las escaleras y veo al chico rubio largo, aún teñido, alto, y de ojos azules. No puedo evitar esbozar una sonrisa. Adrien viene hasta mí y me da un beso en los labios.
- Hola, princesa. -me susurra levántandome la barbilla.
- Hola, ranita.
Nos reímos y me mira a los ojos, acariciándome la mejilla.
- Tu nueva vida va empezar. ¿Estás lista?
Voy a la Universidad con Adrien.
- Estoy lista. -digo devolviéndole la mirada.
Adrien esboza una sonrisa ladeada preciosa y me alza en brazos, besándome.
****
Quisiera dedicar esta historia a Gloria (@Goksby) que, aunque ella no se ha dado cuenta, me ha servido de inspiración para esta "novela", que, según ella, es buena. Gracias, princesa.

En el filo del CuchilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora