Dieneke estaba apoyada en una farola. Su media melena rubia, casi blanca, le daba un aspecto infantil a su rostro, donde unas pequitas lo adornaban y unos brillantes ojos azules rebosaban alegría. Llevaba unas mallas negras con un pantalón vaquero corto encima. La sudadera gris que le iba algo grande y sus tenis desgastados le daban un toque despreocupado y juvenil.
- ¡Hola! -la chica vino hasta mí y me dio un fuerte abrazo- ¡Cuánto tiempo!
- ¡Hola! -recibí el abrazo de muy buena gana.
Le sonreí, pero ella notó que algo no iba bien.
- Te pasa algo -afirmó.
- No, no. De verdad.
- Mentira.
Me derrumbé. Me eché a llorar sobre su hombro.
- ¿Que pasó? Cuéntame...
- No. No puedo, Dieneke...
Los sentimientos se fueron entremezclando. Rabia, frustración, dolor...
- Mi hermano... Yo... -mis hombros se convulsionaron en otro sollozo- No puedo...
- ¿Subimos a tu casa? -Dieneke me daba unas suaves palmaditas para intentar calmarme.
- No... Ahi es precisamente donde no quiero estar... Es duro...
- ¿Están tus padres?
Negué con la cabeza y me sequé la mejilla con la manga de mi suéter.
Ella se apartó de mí y me miró a los ojos, muy seria.
- ¿Qué ha pasado ahí dentro?
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En el filo del Cuchillo
Novela JuvenilLos problemas se arremolinaban a mi alrededor. La gente me miraba y me señalaba, calificada de prostituta. Y todo por su culpa. Estaba sola. Sola, al filo del cuchillo.