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Habían pasado ya un par de semanas desde su último encuentro que cruzaba lo profesional y desde entonces, el aire que los rodeaba se había llenado de tensión, evitaban a toda costa cualquier tipo de contacto más allá de lo necesario, para estar al día con los asuntos legales de la empresa.

Una vez más se encontraban ahí sentados en la misma sala de juntas en la que se habían visto por primera vez

"Si no es mucha molestia para usted, -¿cree que pueda quitarme el saco?"

Y en la misma sala, en la que tan solo un par de semanas atrás, el fuego estuvo a punto de quemarlos.

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3 semanas antes

Ya se había convertido en una costumbre recurrente, quedarse hasta altas horas de la noche en la oficina. No es que estuviera siendo explotado, pero tampoco se le estaba pagando más por hacerlo, sin embargo, eso no era un obstáculo en lo absoluto. No necesitaba más paga ni más beneficios. Tenía una vida buena, podía darse sus buenos lujos, pagar su alquiler, seguro médico, auto, despensa; pero nada de eso le daba la paz de alejarse unas horas extra de su esposa.

Eleanor no era la peor mujer del mundo, aunque pareciera ser una maldita arpía despiadada de sangre fría, en el fondo de su alma era dulce y amable. Había momentos en los que Louis desearía poder acabar con toda esa farsa del matrimonio perfecto, para que ella pudiera buscar a alguien que realmente la amara, alguien que le regalara algo más que sonrisas forzadas y orgasmos falsos en sus aniversarios, alguien que al mirarla se le llenaran los ojos de lágrimas por encontrarse nada más que frente al amor de su vida y no porque recordara que solo la utilizaba para aparentar, alguien que la pudiera llevar al altar por las ganas de pasar a su lado hasta el fin de sus días y no por presión social como lo había hecho el dos años atrás. Eleanor no era la peor mujer del mundo, pero probablemente Louis era un factor que provocaba que actuara como si lo fuera.

Había empezado a apropiarse de la sala de juntas en las noches, había más espacio para poner su computador, comida y papeles, además de cómodas sillas extra en las cuales dormir; así que cuando el ultimo empleado salía del lugar, se escabullía entre los pasillos desiertos para establecerse en su "reino".

Las horas pasaron y llegó la media noche; había pasado un largo rato redactando y analizando minuciosamente todas las cláusulas de una demanda por apropiación de derechos de autor sin previo consentimiento, asegurándose de que todo lo escrito concordara con lo previamente estipulado para poder ganar este caso.

Se encontraba hecho un desastre, su usual peinado pelo se encontraba alborotado. Hace bastante tiempo que la corbata de su traje había pasado a ser una decoración en la silla junto a su saco y su camisa apenas era cerrada por un par de botones.

Su mente estaba debatiendo entre dormir un poco o continuar con el innecesario trabajo, cuando de repente, la puerta de la sala fue abierta repentinamente por nadie. Seguro se trataba de una corriente de aire, pero, ¿cómo podía ser eso posible si ninguna de las ventanas del edificio podía abrirse? Las luces empezaron a parpadear de manera constante y dentro de la penumbra que abrazaba todos los rincones de la oficina, a excepción por la sala de juntas, oía como eran arrojados objetos.

- Quién anda ahí? - Dijo casi para si mismo, realmente no quería contestación hacia su pregunta.

Se puso de pie rezando en sus adentros, para que todo esto se tratara de una mala jugada de su subconsciente a causa de sueño. Tomó el primer objeto punzante que encontró, en su caso se trataba de un vil bolígrafo, ¿funcionaría? Seguramente no, pero era lo que hacían todos en las películas de terror ante situaciones como esa.

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