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Las palabras son muchas en comparación a las acciones, una promesa puede ser arrastrada por la fresca brisa de primavera hasta ser olvidada ahí en el pequeño rincón donde se esconden todos los sueños muertos e ilusiones rotas, sin embargo, una acción puede marcar como si de un tatuaje se tratara, pequeñas agujas penetrando tu piel hasta dejar la tinta depositada en lo más profundo de tu dermis o mejor dicho, inolvidables momentos en los más profundo de tu alma.

Hacía ya un mes desde que las palabras se habían hecho insuficientes y la necesidad de algo más que promesas había hecho que fuesen remplazadas por acciones, sin excusas, sin remordimientos, tal como ese hombre de ojos verdes había dicho en aquel ascensor, los "no" no eran una respuesta válida y lo único que le era importante era vivir el ahora.

La noche empezaba a caer y las calles de Londres eran alumbradas por filas de carros que esperaban con ansias llegar a su hogar después de un arduo día de trabajo, por las aceras niños regresando a casa después de horas de juego en el parque, mujeres terminando su entrenamiento diario, algunos ciclistas y barrenderos terminado la limpieza nocturna, recogiendo las hojas de los arboles que se preparaban para el frio otoño tornándose en tonos marrones hasta quedarse en completa desnudez.

Por primera vez en mucho tiempo, se había hecho espacio en la agenda para poder salir a caminar junto a su perro por un pequeño parque que quedaba a algunos bloques de su casa, no era demasiado grande, pero una sensación de paz envolvía el cuerpo de cualquiera que entrase a este, incluso estando rodeado por una ajetreada ciudad; ahí todo era diferente. El aire se respiraba con liviandad, si prestabas atención  y afinabas tu oído podías apreciar el cantar de los herrerillos y el sonido del viento chocando con la copa de los árboles.

El lugar estaba casi en completa soledad, a excepción de un grupo de adolescentes que practicaban skate y un vagabundo que se encontraba completamente dormido en el manto de un árbol.

Su recorrido estaba por terminar, en paseos como este era más como si el animal lo paseara a él. Para ese momento se encontraba agotado y sus piernas amenazaban con desvanecerse, su teléfono celular sonó haciendo que la luz de la pantalla iluminara las mejillas sonrojadas y sus ojos vidriosos a causa del frio nocturno. Se trataba de un mensaje.

-            ¿Qué haces?

-           Te lo dije. Salí a pasear un rato a Clifford, el pobre ya necesitaba ejercicio.

-           Está ella ahí?

-           No, cuando salí estaba dormida y odia que la levanten.

-           Oh ya veo; por cierto, que bien te ves en sudadera.

-           ¿Qué? ¿Cómo sabes eso? – la vista del abogado comenzó a dirigirse a todos lados, buscando algún tipo de cámara oculta o drone que lo persiguiera, pero encontró algo mejor, justo ahí parado detrás suyo se encontraban esos rizos, que en el último mes se habían convertido en su perdición – ¿Qué haces aquí?

-           Oh, yo también estoy feliz de verte, Louis. – dijo de manera sarcástica, el hombre de ojos verdes – Hasta Clifford se emocionó más que tú.

-           Lo lamento, pero si alguien que no te ha visto te dice que te ves bien con lo que llevas puesto como un maldito acosador, lo primero que haces es preguntar "¿Qué mierda haces aquí?"

-           Vamos Lou, ahora me siento mal. Pero en mi defensa, tú me dijiste a donde ibas y pues estaba aburrido yo también necesitaba hacer ejercicio. ¿Caminamos?

El paseo se extendió más de lo esperado, la noche había caído en su totalidad sobre la ciudad y el único ruido que había era el emitido por pequeños insectos nocturnos que deambulaban por los arbustos. La conversación entre los dos hombres no había sido muy extensa y el contacto físico había sido mínimo, solo se dedicaban a caminar por los alrededores con algunas miradas fugaces de por medio, pero en general, simplemente disfrutando su presencia.

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