El cadáver de su amor yacía en esa fría cama con forma de una carta que dolía más que una puñalada y un reluciente anillo plateado que en su momento había significado la promesa más importante de su vida, pero ahora se trataba de la penitencia más larga por la cual pasaría hasta que el peso de la culpa arqueara su espalda al pasar de los años y sus ojos simplemente se cerraran consiguiendo la libertad definitiva