Cap 27
Sus piernas temblaban a cada paso que daba, realmente no sabía lo que estaba haciendo o lo que pasaba por su cabeza al decidir hacerlo, pero estaba ahí y aunque no fuese demasiado tarde para retractarse y salir huyendo, algo en su inerior se lo impedía. Quería asegurarse de que estuviera bien o tal vez no; una parte de él deseaba verlo feliz, capaz de seguir adelante con su vida y voltear la página, sin embargo el deseo de que sintiera aunque sea la mitad de lo que él había sentido, lo consumía. Quería verlo de rodillas suplicando por su perdón, lamentando cada día en el que le pospuso su libertad a costas de la felicidad de esa mujer, quería ver las lágrimas resbalando por sus mejillas al darse cuenta de que nadie lo amaría como él lo había hecho y nadie lo esperaría como él lo esperó, y muy en el fondo lo seguiría esperando con la boba ilusión de un final feliz.
Tomó una bocanada de aire tratando de tranquilizar sus flaqueantes piernas y su acelerado ritmo cardiaco, todo su cuerpo parecía sacudirse amenazando con soltar la caja que sostenía en sus manos.
"Mañana mismo te deshaces de toda esa mierda." Sabía que su mejor amigo se refería a todas las formas posibles de deshaserse, menos de esa. Pero era algo que tenia que hacer, mejor dicho lo necesitaba. Tras controlar un poco su nerviosismo juntó la valentía necesaria para tocar el timbre de aquella casa, pero su mente quedo en blanco en cuanto la puerta del receptor fue abierta; había ensayado todo un centenar de veces antes de salir de su departamento: "Hola, esto es tuyo. Gusto verte, adios." Pero fue en vano, el simple hecho de ver su rostro tan cerca después de tanto tiempo, lo desquicaba; deseaba poder saborear sus dulces labios una vez más, pero sabía que debía aprender a controlarse.
- Ehm, hola. - el abogado se veía sorprendido ante la situación
- Si, ehm, eh, ho-hola. Si, este, creo, ehm... – era como si su cerebro y su boca no estuvieran conectados, por más que pensara oraciones gramaticalmente correctas, se perdía en el azul de los ojos del otro hombre
- ¿Te encuentras bien? – antes de que pudiera decir otra palabra, un estrepitoso ruido porveniende del interior del domicilio, interrumpió el momento – MIERDA
- Permíteme hacerte la misma pregunta, ¿tú te encuentras bien?
- Agh, estoy armando la cuna. Simplemente estoy harto, yo no soy carpintero, soy abogado. ¿Te importa si voy a revisar que nada se haya roto o que no haya apalastado a algún perro?
- No, para nada, ve.
- Pasa, porfavor. En seguida vuelvo.
- No creo sea adecuado, tu mujer se molestaría y eso no le hace bien al bebé.
- No está, salió de la ciudad a ver a su madre, regresa en un par de días. Entra, por favor, hace frio. En seguida estoy contigo.
No había cambiado mucho desde la última vez que habia entrado a ese lugar, fuera de algunos ultrasonidos enmarcados y cajas llenas de cosas para bebé, todo seguía igual, pero le faltaba algo; esa chispa que hacía sentir con vida al lugar, esa felicidad que solía sentir cuando despertaba a su lado en el sofá, después de un maraton de películas mientras ella no estaba. Le faltaba Louis, porque a pesar de que se tratara del lugar donde vivía, era como si su alma no estuviera presente.
Sus ojos cotinuaban inspeccionando el lugar en busca del espíritu perdido del hombre, que desde el primer día que entró a su oficina, no lograba sacar de su cabeza, pero en el transcurso de aquella misión, casi imposible, un ruido desconcertó sus pensamientos. Pequeños sollozos ahogados prevenientes de alguna habitación, llamaron su atención; comenzó a caminar por los pasillos de esa conocida morada, asomando su mirada por los bordes de las puertas en busca del causante de ese sonido.