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Como era común en Londres, la noche era fría, las temperaturas solían bajar al punto de dejar una leve capa de fino hielo sobre las calles, causando que tanto personas y vehículos, derraparan con el más mínimo movimiento en falso.

El trayecto hasta donde fue citado fue tranquilo, la gente se encontraba resguardada en el calor de sus hogares, por lo que no había embotellamientos ni mucho menos accidentes de tráfico, solo kilómetros y kilómetros de carretera, alumbrados por apenas unos cuantos faroles que luchaban para mantenerse encendidos.

El aeropuerto no era tan diferente, apenas algunas personas cargadas de maletas enormes, caras que demostraban cansancio extremo y peinados totalmente desarreglados a causa de la hora que era. Algunos hombres y mujeres encargados de la limpieza, vaciando los canastos de basura, barriendo e incluso puliendo el suelo y alguno que otro niño demostrándole a sus padres su obvia juventud, corriendo por todas las instalaciones y deslizándose sobre sus valijas, disfrutando de una energía sorprendente a causa de la emoción por su viaje.

Comenzó a caminar hacia el andén que se le fue asignados, su boleto, una mochila colgando de su hombro y una maleta de mediano tamaño arrastrando.

-Señor Tomlinson, espere.

Giro su torso para encontrar la fuente de ese grito tan familiar. Un hombre alto se acercaba corriendo a él con un bolso de mano, una maleta de hombro cruzadas sobre su pecho y su pasaporte en mano. A diferencia del hombre, se veía realmente cómodo unos pants grises  y una sudadera ovesize, vestían su cuerpo. Su usual rebelde cabellera, había sido peinada en un no tan peinado rodete y una diadema de tela prevenía que cualquier mechón rebelde callera sobre su rostro, sus manos parecían desnudas, en ausencia de sus típicos anillos y su semblante generalmente serio y con aires de superioridad, era raramente adornado por una sonrisa amistosa que hacía notar su muy marcado hoyuelo en la mejilla.

-Espero que traiga un cambio de ropa, Tomlinson. Nos esperan 6 largas horas de viaje.

Si bien el abogado no llevaba su usual traje y zapatos de charol, tampoco iba de la manera más cómoda posible; llevaba unos skinny jeans negros que apenas dejaban correr el flujo sanguíneo de sus piernas, lo necesario para no causarle una gangrena, una playera blanca con una chamarra de mezclilla con interior de felpa y unas zapatillas vans.

Continuaron el recorrido en silencio hasta llegar al avión, se trataba de un lujoso SYBERJET SJ30, no muy grande pero bastante cómodo, contaba con dos asientos revestidos por cuero beige uno al lado del otro, una diminuta mesa plegable a los costados de cada lugar con un frigobar lleno de snacks y champagne, y un televisor frente a ellos que separaba la cabina de piloto del baño y de la estancia de los dos hombres.

En vista de las pocas opciones y el limitado espacio, se vieron obligados a sentarse juntos, siendo separados por apenas un repose de brazo. El abogado miraba la oscuridad por la ventana, tratando de evitar cualquier tipo de conversación o contacto con el hombre a su costado, mientras que el superior se limitaba a revisar sus redes sociales.

El avión había despegado hace unos minutos y ninguno se atrevía a dirigirse la palabra, Louis aún veía a la nada como si se tratara de lo más fascinante que le hubiese pasado, mientras que Harry se mantenía estático jugando con sus dedos o cambiando los canales del televisor.

Se levantó de su asiento y dio unos pasos hasta donde se encontraba el pequeño frigobar sacando dos botellas de agua y de un cajón a su costado, un juego de cartas. Volvió a tomar asiento y se estiró hasta la ventana, que tenía tan embobado al licenciado, cerrando su persiana de un golpe.

- ¿Qué le ocurre señor Styles? - exclamó el hombre después de que el rizado acabara con su espectáculo.

-Pasaremos 6 horas encerrados aquí, no tengo sueño y no quiero ignorarlo todo el viaje, así que actuemos como los adultos que somos y juguemos uno.

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