Capitulo 11: Enojos, lágrimas y distancia.

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Belle.

Atti me mira fijamente, sorprendido y confundido. Suelto una risa suave, apenada.

Su mirada, de pronto se endurece y él hace una mueca. — Quítate. — me empuja con aparente desagrado.

Lo miró sorprendida.

Por suerte, termino cayendo sentada sobre la silla junto a la cama. Por lo que no estoy lastimada de ninguna manera por su empujón tan brusco. Al menos, no estoy lastimada físicamente.

— Joder, ¿Qué es eso de abrazar a la gente sin su consentimiento? — cuestiona molesto.

Su mirada grisácea no demuestra algo más que enojo. Lleva una de sus manos a su cabeza, peinando sus cabellos hacía atrás y luego revolviéndolos un poco, mientras me fulmina con la mirada.

Allí, me quedan claras dos cosas. La primera) a él no le gustan los abrazos. La segunda) hice mal en abrazarlo sin su consentimiento.

Aunque, aun así, no esperaba que él reaccionara de esa manera tan brusca, como si odiase abrazarme o tocarme más de lo necesario.

— Además, pareces un jodido perro olfateando de esa forma a la gente, ¿Qué nadie te ha dicho que no es correcto? — me reclama, completamente irritado.

Lo miro con sorpresa, una vez más, desde mi lugar.

Cierto, lo que hice estuvo mal. Que tonta soy. No debí hacer eso...

Siento una presión en el pecho y se me forma un nudo en la garganta. Parpadeó un par de veces, sintiendo mis ojos nublarse ante la sensación de tristeza que me invadió de pronto.

¿Por qué pasa esto cuando quiero llevarme bien con Atti y ser su amiga?

Atticus chasquea la lengua y, de alguna manera, ahora parece más molesto que antes. Se remueve en su lugar, viéndose un poco ansioso y niega, resoplando.

— Joder, si vas a llorar, no lo hagas frente a mí. — suelta, aún con su tono irritado, desviando la mirada.

Él tampoco quiere verme ahora. Hice que se enojara conmigo.

Trago con fuerza el nudo que se hace en mi garganta y pestañeo varias veces para evitar llorar frente a Atti.

No quise molestarlo.

No fue mi intención.

—Perdón. — susurro, antes de hacer un pequeño asentimiento con la cabeza a modo de disculpas y ponerme de pie, marchándome rápidamente de allí.

Él no hace nada para detenerme, tampoco se disculpa por haberme empujado.

Entonces me queda claro que no me quiere allí.

Suelto un suspiro en cuanto cierro la puerta a mis espaldas y un puchero se arma entre mis labios mientras las lágrimas vuelven a arremolinarse en mis ojos.

Una lágrima se me escapa sola y la limpio rápido, antes de que alguien lo note y me pregunte la razón. No quiero que nadie mire mal a Atti, después de todo, la culpa había sido mía al acercarme de esa forma tan confianzuda a él.

Eso lo sé.

Solo que... su reacción fue un poco brusca para lo que estoy acostumbrada, así que me causó sentimiento.

Sorbiendo mi nariz, hago lo que dije que haría antes de que Atti me empujara: Ir en busca de bombones. Tal vez me sentiría mejor comiendo algunos de ellos.

¡Los dulces siempre me hacen feliz!

Para cuando llego a la pequeña tiendita a unas cuadras de la clínica, ya he dejado de llorar. Sigo sorbiendo un poco de mi nariz, pero al menos ya no ando teniendo que limpiar mis lágrimas a cada dos segundos.

Lo sé, soy una llorona.

A veces me gustaría ser menos sensible, pero... ¿qué se le va a hacer?

Estas cosas no se pueden cambiar, por mucho que una lo intente.

La señora de la tienda me atiende con amabilidad, esta me pregunta si he estado llorando y me regala unos bombones además de los que compro para que vuelva a sonreír.

Yo intento rechazarlos, pero ella me hace llevarlos bajo la amenaza de enojarse si no. A fin de cuentas, termino llevando bombones simples y bombones con almendras.

Me pregunto si Atti querrá uno.

Hago un puchero al pensar en que lo más probable, es que no me quiera ver en estos momentos.

De hecho, siempre está diciendo lo molesta que soy. Al parecer Atti solo me soporta porque no tiene más remedio.

¿Se sentirá más feliz si dejo de visitarle o hablarle?

La idea me entristece y cuando llego de vuelta a la clínica, ni los bombones pueden hacerme sonreír.

Sé que no hay forma de agradarle a todos, pero... solo no consideré la idea de ser tan insoportable para él. Con un puchero, guardo los bombones. No me siento feliz para comerlos.

Y por el resto de la tarde, incluso si lo intento, no logro sonreír como de costumbre. Algunos lo notan y me preguntan qué me pasa, yo solo niego con una pequeña sonrisa de labios cerrados.

¿Tan obvia soy?

A veces creo que, para mi edad, debería ser más madura. No tan ingenua, no tan inocente, no tan boba, ni tan obvia con mis estados de ánimo, sin embargo, no es algo que está en mí. Y no puedo cambiar mi forma de ser con nada, ni nadie.

Para cuando llega la hora de la cena, falta poco para que me vaya. No queriendo ver a Atticus, le pido a Jina que alguien más lleve la comida.

Ella me mira en silencio, curiosa. Pero no pregunta nada. Y lo agradezco, porque no creo poder contarle a alguien lo que paso sin echarme a llorar.

Con todo esto, y mientras salgo del centro, una única pregunta se cuela por mi mente:

¿Le agrado siquiera a Atticus o todo este tiempo solo me estuvo soportando para que no fuese alguien más a molestarlo?

Una dulce adicción (#1 GEMELOS EVERETT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora