Capitulo 8: Atticus es confuso.

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Belle.

Atticus es tan... Confuso.

Si esa debe ser la palabra para describirlo.

Un minuto está enojado conmigo. Al otro está actuando tranquilo y después vuelve a enojarse, sin motivo alguno. Comienzo a creer que sufre de un grave trastorno de bipolaridad que no le permite estar en paz.

—Lo siento, no quería molestarte, me iré para que puedas comer sin molestias— digo, poniéndome en pie con el objetivo de marcharme.

No quiero hacer que se enoje y desee irse. Sin embargo, mis acciones parecen irritarlo aún más.

Sus ojos me observan irritados. — Joder, solo dije que eres molesta. No te he dicho que te vayas. — suelta.

Vale, soy molesta... ¿Pero no quiere me vaya?

— ¿Estas enojado? — me arriesgo a preguntar, ladeando la cabeza y frunciendo el ceño en confusión.

Sus ojos brillan por unos se segundos, aquello me extraña. Pero no se lo pregunto, sobre todo porque sería raro y él podría enojarse de nuevo.

— No, no estoy enojado, pero tampoco quiero sonreír, ¿Vale? — espetó, frunciendo el ceño en mi dirección.

Sus ojos grises son intimidantes, fríos y penetrantes mientras me miran. Se siente como si Atticus estuviese viendo lo profundo de mi alma, juzgándome de alguna manera.

Trago un poco de saliva, nerviosa. Incómoda. No sé qué hacer en una situación como esta.

Él dice que no está enojado, pero lo parece. Me llama molesta, pero no quiere me vaya. Me siento como un perrito mojado mientras vuelvo a sentarme.

¿Por qué Atticus es tan confuso?

Cuando vuelve a hablar, levanto la mirada para verle.

— ¿Qué decías de unas papas fritas? — pregunta. Su voz suena, de alguna manera, más gentil que antes. Sin hostilidad, pero igual de fría.

—¿Papas fritas? — pregunto confundida, rebuscando en mi mente el momento en que mencioné algo como tal. —¿Cuándo he dicho algo de papas fritas? — cuestiono.

Un puchero se forma en mis labios mientras intento recordar. Juro no haber dicho algo como tal, pero a qué...

Hago mis labios una línea cuando me doy cuenta. Yo realmente no he hablado nada como tal.

—Oye, yo no he dicho nada de papas fritas— me quejo, cruzándome de brazos, sin embargo, una idea me hace sonreír. —Pero puedo traerte todos los sábados si te gustan.

De hecho, puedo traerle muchas cosas que le gusten de comer.

Aunque... Con lo que hizo la última vez, no se lo merece. Pero no podría negarle comida.

Él encogió de hombros, indiferente.

— Puedes traer lo que quieras, me da igual, Puppy. — dice, con un tono desinteresado mientras mira su plato de comida ya casi vacío.

¿Por qué soy tan floja? Debería estar enojada ahora mismo, pero no puedo.

Apartando mis pensamientos, no puedo evitar comentar lo que vi hace rato.

—Entonces, ¿Te gusta bailar? — digo completamente animada. — Aquí tenemos un taller de danza, puedes unirte si te gusta.

Él me mira fulminante, haciéndome saber que mis palabras no le gustaron del todo. Los nervios se hicieron presente en mí, de nuevo y jugueteo con mis manos.

Una dulce adicción (#1 GEMELOS EVERETT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora