Capitulo 61: Mi razón para ser feliz.

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N.a:

El siguiente es el epílogo. ;)





[ Un año después]

Atticus.

Había pasado cerca de un año sin ver a Belle, sin sentir los suaves latidos de su corazón mientras ella leía para mí, sin sentir sus brazos delgados rodearme en un abrazo lleno de calidez. Un año sin sentir el aroma de su perfume, un año sin poder besarla; sin poder sentir el sabor a fresa en ella y sin poder tocar su piel suave.

Un año completo que me hizo extrañarla cada vez más, un año que me hizo darme cuenta lo mucho que me hacía falta y cuanto valoraba que ella estuviera para mí.

Por supuesto, todavía seguíamos hablando y enviándonos mensajes, incluso a veces hacíamos videollamadas, pero... No era lo mismo.

Yo quería verla. Necesitaba verla.

Y ahora estaba listo para hacerlo.

—Pasa, Atticus. —obedecí las palabras de la secretaria de mi psicólogo, asintiendo en dirección a la niña de trece años que me saludó alegre.

Me gustaban las sesiones de terapia con mi psicólogo nuevo: James Lupin; él era divertido, tenía un sentido del humor que me gustaba y sabía como llevar las cosas cuando se trataba de mí. También me gusta poder llamarlo Lupin, me recordaba a ese personaje de Harry Potter que era mi favorito y eso era todavía mejor.

Por otra parte, me gustaba su estilo. La ropa rockera y el pelo largo le daban un toque especial, nada parecido a un psicólogo, lo que ayudaba mucho porque me hacía pensar en él más como un amigo al que veía una vez al mes y podía contarle mis cosas, que como un profesional que solo estaba allí porque le pagaban para eso.

—¿Qué tal el sexo, las drogas y el rock and roll, chico? —preguntó, sentado en el escritorio mientras rellenaba unos papeles.

Su cabellera larga estaba decorada con trenzas pequeñas atadas con ligas de colores y sus uñas estaban pintadas de un lindo color violeta. Una imagen inusual para un psicólogo de cuarenta y tantos años.

—Oh, ya sabes, lo de siempre. —respondí. —No sabía que te gustaba el morado.

Él se encogió de hombros con una sonrisa. —Leila cree que el morado realmente es mi color.

—¿No lo era el color luna plateada? —pregunté, enarcando una ceja y sentándome sobre el sofá.

Leila Sthoe era una de sus pacientes. Una niña de trece años que parecía estar con la mente en la luna, era agradable y yo la había visto un par de veces mientras esperaba que Lupin terminara la sesión con sus otros pacientes. Ella siempre vestía con cosas coloridas, hablaba hasta por los codos y mantenía su postura de que el fucsia era mi color.

—Creo que ya no. —Lupin me respondió, riendo. —¿Jugo? —me ofreció.

—No, gracias. No quiero molestar a Ofelia.

—Por supuesto que no. —él puso los ojos en blanco. —Siempre un caballero, ¿no, Atticus?

Él se acomodó, sentándose en uno de los puff que se encontraban en su oficina.

El lugar era cómodo, de colores simples y transmitía una sensación de seguridad que me encantaba. Lupin también ayudaba con eso, hacía que las personas se sintieran en confianza y sabía como iniciar una conversación.

Una dulce adicción (#1 GEMELOS EVERETT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora