Nuestra vida en Portobelo sigue igual. Mi padre y Miguel se embarcan todas las mañanas para regresar por la tarde cargados de pescado. Una pequeña parte de ese pescado está destinado para llenar nuestros estómagos, mientras que el resto lo vendemos en la ciudad. Con lo que pescan ganamos lo suficiente para comprar más alimentos y de vez en cuando alguna prenda de vestir o algún artículo para la casa de Miguel.
Pero no todo sigue igual, sospecho que mi padre está enfermo, aunque no quiere decírmelo. Se queja muy seguido de dolores en el estómago, y a mí me pone nerviosa. No sé qué es lo que tiene, pero estoy segura de que no está sano. Le he pedido varias veces que descanse en lugar de embarcarse todos los días con Miguel, que se quede conmigo, pero siempre me dice lo mismo:
_He vivido muchos años en contacto continuo con el mar, hija. No hay nada en él que pueda hacerme daño, lo conozco muy bien.
_Pero tengo miedo, temo que un día no regreses, que te traguen las aguas del océano, que son una trampa mortal para cualquier persona. Como sucedió con el Aurora,
_Lo que sucedió ese día fue un accidente, no fue culpa de nadie, ni siquiera del mar. Fue una tormenta muy grande hija, nos fue imposible salvar a tu madre y tus hermanas. Era lo que Dios quería para ellas, y así debe ser.
Sé que lo que mi padre dice tiene sentido, ahora están con su creador y estoy segura de que son felices por ello, pero el solo recuerdo de que ahora estamos solos me pone nerviosa, ya perdí a mi madre y mis hermanas, no quiero perder a mi padre también, es lo único que me queda; sin él, estaría perdida.
Sigo impresionada por lo que sucedió aquella mañana en la playa, cuando me encontré con aquellos dos hombres. Yo maté a dos personas, quité dos vidas, pero no me siento mal. Es como si nada hubiese sucedido. No me remuerde en la conciencia el recuerdo de mis manos empuñando la espada que atravesaría sus cuerpos, y los haría caer sobre la arena, para morir desangrados .Me pregunto si Dios podrá perdonarme por lo que hice, aunque no le dé mucha importancia, es como que no me siento culpable de los pecados que cometí. Tal vez eso sea bueno, mi familia siempre fue bastante religiosa, al igual que todo el mundo, pero mi padre y yo nunca fuimos muy devotos en realidad, o al menos eso creo recordar, o es lo que siento. Estoy muy confundida.
10 de mayo – 1567.
Mi padre ha empeorado, se queja casi continuamente de dolores abdominales y va muy seguido al baño. Me siento muy preocupada, y siento que me están ocultando algo. Tal vez sea mi nerviosismo, pero creo darme cuenta de que mi padre y Miguel no quieren que sepa algo, andan muy misteriosos y silenciosos los dos, y en algunas ocasiones en que los encuentro hablando en voz baja, cuando notan mi presencia se callan o cambian de tema. No sé qué pensar, le he insistido a mi padre para que se quede conmigo en lugar de embarcarse todas las mañanas, pero siempre se niega a hacerlo, diciéndome que me quede tranquila, que no le pasa nada, que es solo la edad. Ya no sé si creerle o no. He pensado en hablar con Miguel, exigirle que me diga qué es lo que tiene mi padre, pero no estoy segura, mi padre parece muy convencido de que no sucede nada, a pesar de que se queja continuamente. A veces, cuando está conmigo, noto que intenta aguantar los dolores y no decir nada, para que yo no me preocupe. Pero debe entender que ya no soy ninguna niña, tengo dieciocho años y entiendo las cosas que suceden a mí alrededor, ya no es tan fácil engañarme.
2 de junio – 1567.
Papá ha empeorado. Le cuesta levantarse de la cama, sufre de insoportables dolores abdominales. Estoy desesperada. No sé qué hacer. Los últimos tres días ha pasado encerrado en la casa, con fuertes dolores. Quiero ir a la ciudad a buscar algún médico, pero él se niega, me prohíbe que lo haga. Esta mañana me ha dicho:
_Hija, no debes preocuparte por mí. Es por ti que debes preocuparte. Yo ya he cumplido mi tiempo en este mundo, pero a ti te quedan muchas cosas por vivir. Me duele dejarte, pero debes saberlo, siento que mi hora final se acerca. Por eso quiero que me prometas una cosa.
_No digas esas cosas, padre, no vas a morir, no ahora.
_Escúchame con atención Josefina. Quiero que cuando yo muera, te cases con Miguel.
_ ¿Qué? ¿Qué cosa has dicho? No lo entiendo, ¿por qué habría de casarme con él?
_Porque no quiero que mi hija sufra, por eso. Si estás casada tendrás siempre un techo bajo el cual dormir, comida, y dinero. Sola, estarías perdida, ¿dónde vivirías?, ¿Dónde conseguirías dinero para comprar comida? Es la única posibilidad. Odio realmente tener que marcharme sin dejarte nada, pero no tenemos nada, perdimos todo en el naufragio. Prométeme que harás lo que te pedí.
_Padre, por favor. No puedes decir eso, tú no vas a morir. Por favor.
_Josefina, escúchame. Tú debes ser fuerte. Debes encontrar tu fortaleza interior, por tus venas corre sangre española, la pasión, el valor y la fuerza están en tu ser. Además, todavía no estoy muerto, así que deja de llorar y contrólate.
Sufro mucho cada día. Sufro a cada momento, cuando lo veo, y cuando recuerdo la tragedia del Aurora. Ya nada me queda, estoy sola, en un mundo totalmente desconocido para mí, sin nada, ni siquiera los recuerdos de nuestros buenos días en España. No puedo recordar nada. Me siento como un bebé recién nacido, indefensa, confundida, descubriendo un mundo nuevo para mí. A veces siento ganas de entrarme en el mar y no salir jamás. Dejar que mi cuerpo se llene con el agua maldita que se llevó las vidas de mi madre y mis hermanas, hasta que explote y desaparezca para siempre.
No me atrevo a hacerlo.
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Piratas, fantasmas y sirenas. (Josefina Moliner #1)
AdventureJosefina perdió la memoria luego de que el barco en el que viajaba con su familia hacia el Nuevo Mundo naufragara. Ahora, en una tierra salvaje, desconocida y llena de misterios, la vida de la joven española cambiará para siempre. Navegando entre pi...