9 - 20 de marzo de 1569

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Ayer fue un día muy especial. De mañana, Felipe y yo nos encontramos como todos los días, en el claro del bosque. Estuvimos un rato conversando. Últimamente parece que la idea de escaparnos juntos es lo único que ocupa su mente. Me ha vuelto a hacer varias veces la pregunta de si sería capaz de huir con él, pero siempre logro eludirla y no contestarle. Estoy completamente segura de que si fuera necesario, sería capaz de eso y de muchísimo más, pero pensar en escaparme me hace pensar en problemas. Es decir, ¿por qué habríamos de escaparnos? Sólo porque alguien nos descubrió. Todo esto hace que me confunda y me enrede en mis propios pensamientos. Debo admitirlo, me siento muy bien cuando estoy con Felipe, pero no hay momento en que estemos juntos que no piense en las consecuencias que esto nos puede traer. Siento pánico al pensar en la posibilidad de que nos castiguen a ambos, o de que nos separen.

En fin, ayer, cerca del mediodía, cuando tuvimos que separarnos y regresar cada uno a su hogar, Felipe me dijo que a medianoche saliera de casa a escondidas y fuera a verlo al bosque. Luego de decir esto, se fue sin darme la más mínima explicación. Quedé todo el día con la incertidumbre, no sabía para qué me citaría a medianoche, con todos los peligros que correríamos a esa hora. Lo primero que se me ocurrió fue que quería que nos escapáramos. Pero no podía estar segura de ello. Así que permanecí envuelta en la duda toda la tarde, pensando en la finalidad con que Felipe me habría citado.

Cuando llegó la hora, Miguel dormía profundamente a mi lado. Por suerte aquél hombre tenía el sueño pesado, y no me escuchó cuando salí a hurtadillas de la casa. Afuera la luna llena brillaba con toda su luz e iluminaba mi camino hacia el bosque, mientras miraba hacia todas partes para confirmar que nadie me estaba observando. Estuve a punto de regresar a la casa. Tenía miedo. Al final la curiosidad pudo más que el temor, y continué avanzando bajo aquella mágica luz de plata. La noche era algo calurosa, pero por allí corría una fresca brisa que invitaba a permanecer toda la noche afuera. Me interné en el bosque, avancé despacio por entre los árboles y llegué al claro, que estaba iluminado por la luz de la luna. Allí estaba Felipe, de pie, mirando al cielo distraídamente. Sobre el pasto había una manta estirada. Cuando se percató de mi presencia, Felipe avanzó hacia mí y me abrazó.

_Por fin. Casi caigo en la desesperación. Creí que no vendrías.

_ ¿Qué sucede? ¿Para qué querías que viniera aquí?_ pregunté mientras él me soltaba y me besaba en los labios.

_Quería que hoy fuera una noche especial, solo para nosotros_ volvió a besarme. Entonces comprendí la intención de nuestro encuentro nocturno.

Sin dejar de besarnos, él fue despojándome de mis ropas lentamente. Yo me dejé llevar, entregada al deseo y la pasión. Nos acostamos sobre la manta, en el pasto, y comenzamos a amarnos, libres, como si en el mundo no existiera nada más que él y yo, mezclando nuestros cuerpos sobre el pasto, bañados por la magia de la luz de la luna y acariciados por la frescura del viento. Todo se resumía a nosotros dos, abrazados, unidos para siempre por el fuego de nuestras almas, hasta el fin de los tiempos. Esa noche nos dimos cuenta de que era nuestro destino estar juntos y que nada podría cambiar eso que sentíamos el uno por el otro.

Esa noche me di cuenta de que debía escaparme con Felipe cuanto antes.

 

23 de marzo – 1569.

 

Hoy de mañana le conté a Felipe mi decisión: estaba convencida de que lo mejor era huir juntos.

_Tomaste la decisión correcta_ me dijo_ ahora podremos estar juntos a cualquier hora del día, y en cualquier lugar.

_Si, pero ¿no te preocupa dejar a tu familia?

_Lo entenderán, ellos siempre han querido lo mejor para mí. Cuando estábamos en España querían a toda costa que me casara y formara una familia, incluso me proponían pedir la mano de jóvenes muy bellas, pero yo siempre lo rechacé. No quería casarme con alguien a quien no amara, y que no sintiera lo mismo por mí.

_Y ahora te vas a escapar con una mujer casada, pobre y sin familia.

_Pero esa mujer es a quien amo_ se acercó y me besó_ No existe nadie más en este mundo.

_Me pone nerviosa dejar Portobelo. Ya lo considero como mi hogar, mi ciudad natal. No tengo recuerdo alguno de mi vida en Europa.

_No te preocupes, yo te protegeré, aunque tenga que luchar frente a frente contra la mismísima Muerte.

_Eso me tranquiliza, en parte. Pero de todos modos la decisión ya está tomada, lo que queda por hacer es planear nuestra huida. Pienso que será bastante difícil, ¿no crees?

_No es tan difícil como parece, sólo debemos embarcarnos en un navío sin que nadie nos vea, y asunto resuelto.

_Pero ¿hacia dónde iremos?

_No importa adónde, mientras estemos juntos.

_Pero no podemos ir así nada más por la ciudad y subirnos a un barco, creo que deberíamos contratar a alguien para que nos lleve.

_Pero no disponemos de mucho dinero, que yo sepa. Además, tu esposo es un pescador conocido en el puerto, todo hombre con barco sabe quién es, y conocen también a su bella esposa, que por cierto, eres tú.

_Por poco tiempo. Cuando estemos lejos de aquí nos casaremos, y construiremos una enorme casa y allí criaremos a nuestros hijos.

_Por supuesto que sí, haremos eso y mucho más, pero primero debemos resolver los trámites de nuestra huida.

_ ¿Y enlistarnos como marineros?

_No hay mujeres marineras.

_Pues me disfrazo de hombre y ya está. Siempre fui buena actuando. Es una de mis numerosas virtudes_ bromeé.

_No es tan mala idea, aunque estaríamos en problemas si nos descubrieran. Bueno, en realidad serías tú la que estrías en dificultades. Una bella dama sola en un barco lleno de hombres. No la pasarías muy bien_ dijo Felipe riendo.

_ ¿Ah sí? ¿Acaso no crees que pueda defenderme sola? Soy muy hábil en el manejo de la espada, ¿no lo sabías?

_Si, me contaste tu experiencia con los borrachos de la playa, pero eso fue pura suerte, nada más.

_Ah, ahora sí me ofendí, ya veremos quién la pasa peor en ese barco.

Ambos reímos y nos besamos, entonces Felipe me hizo nuevamente una invitación para vernos a medianoche.

Por supuesto que acepté aquella proposición.

Piratas, fantasmas y sirenas. (Josefina Moliner #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora