10 - Noche de espadas y cañones

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En las semanas que siguieron a su primer encuentro nocturno, los dos enamorados no hacían más que planear su huida, para que todo saliera lo mejor posible. A pesar de esto, estaban tan envueltos en su amor que el plan quedó armado a la ligera, sin muchas complicaciones. Era bastante sencillo, averiguar qué barco iba a zarpar en poco tiempo e infiltrarse en él como marineros. Josefina debería disfrazarse de hombre, para que nadie de la ciudad la reconociera y para evitar problemas y situaciones difíciles en el barco.

El barco elegido fue el Gerónimo, un navío mercante de bandera española, al mando del capitán Torres. Felipe había hablado con él y ya estaba todo arreglado. El Gerónimo zarparía dentro de dos días, de madrugada, y los enamorados se embarcarían en él como marineros, sin que nadie conociera la verdadera identidad de Josefina.

Ambos estaban muy felices con su decisión, contaban las horas que les faltaban para embarcarse y ser libres. Felipe había decidido dejarles una nota a sus padres, contándoles lo que había hecho y por qué, y prometiéndoles que los visitarían en algún momento.

* * * * * * *

No muy lejos de Portobelo, en medio del mar, el barco de velas negras avanzaba lentamente  hacia la ciudad, aguardando la puesta del sol para acercarse más. En la cubierta, el capitán parecía nervioso y excitado. Daba vueltas de arriba para abajo sobre la cubierta, yendo y viniendo sin detenerse, pensando. De pronto un marinero se le acercó y le dijo:

_Capitán, está todo listo. ¿Se encuentra bien?

_Si, estaba distraído, pensaba. El viejo no ha vuelto a aparecer, y no sé por qué.

_Tal vez nos alejamos de él y se perdió.

_ ¿Tu escuchas las tonterías que dices? No, no está perdido. No se deja ver porque no quiere, tal vez sepa para qué lo queremos.

_En ese caso creo que le convendría dejarse ver, ¿no cree usted, capitán?

_Si, tienes razón. No entiendo ¿Dónde estará?

_Tal vez esté en otro barco.

_Podría ser. En ese caso estaríamos en problemas. Si alguien más se entera, podría ser que la encuentren antes que nosotros.

_ ¡Eso sería desastroso! Todo el trabajo que nos costó encontrar al viejo, todo sería en vano. No podemos dejar que eso ocurra, capitán, tenemos que encontrarlo.

_Ya lo sé tonto. Aunque no creo que haya encontrado otro barco. La única persona con quien sé que habló de eso fui yo, además fui el único que lo vio. No, no está en otro barco, está escondiéndose a propósito, y no sé por qué.

En el horizonte el sol casi había desaparecido por completo. Las nubes en el cielo estaban teñidas de color violeta y naranjo, y la luz desaparecía lenta e inexorablemente, transformando el día en noche. El capitán miró un instante el ocaso y luego giró, enfrentándose al marinero.

_Ya nos ocuparemos del viejo Moliner, ahora tenemos un puerto que saquear ¡Fijen curso a la ciudad!_ gritó Francis Drake en la cubierta de su barco. La noche caía ya sobre la inmensidad del mar y algunas farolas comenzaban a encenderse en Portobelo.

* * * * * * *

La noche cubrió Portobelo, sumiendo casi toda la ciudad en un profundo silencio. En el rancho junto a la playa, Miguel y Josefina terminaron de cenar. Miguel se sentó a leer un libro, y Josefina entró en el dormitorio. Tenía que hacer que Miguel se durmiera para poder escaparse y encontrarse con Felipe en el bosque. La muchacha miró a Miguel, sentado, leyendo, con mirada cansada y apenada. Por primera vez en mucho tiempo, Josefina sentía lástima por él. Aquél hombre la había rescatado y le había brindado comida y un techo donde vivir. Luego de que se casaron, a pesar del injustificado rencor de Josefina, él no dijo nada y continuó con su vida, manteniéndola sin exigirle nada. Él continuó amándola, a pesar de las torturas psicológicas a las que lo sometía Josefina, como no hablarle o no demostrar interés en el acto sexual. ¿Qué había hecho Josefina por él? Nada, le había arruinado casi tres años de su vida. Dos lágrimas rodaron por las mejillas de la española. Por primera vez se sentía agradecida, y apenada por haber odiado injustamente a aquél hombre.

La muchacha se secó las lágrimas, y haciendo un gran esfuerzo con el corazón, caminó hasta donde estaba Miguel y le dijo:

_Lamento todo lo que te he hecho estos últimos años, lamento haberte hecho sufrir. Sé que ya es algo tarde para darme cuenta, pero necesitaba decírtelo. Gracias por todo lo que has hecho por mí, sin tu ayuda no habría podido sobrevivir en el Nuevo Mundo.

Miguel la miró asombrado. No daba crédito a lo que oía. Estaba confundido. No se esperaba eso. Josefina se agachó y lo besó en los labios. Eso le dolió muchísimo, sintió una puntada en el pecho, como si la hubiera atravesado una flecha. Sentía que estaba traicionando a Felipe, pero estaba convencida de que debía compensar a Miguel por esos martirizantes años juntos. Tomó la mano de su esposo y lo condujo hasta la cama, donde se desvistieron y se revolcaron un rato, hasta que Miguel quedó dormido.

Josefina salió de la casa con lágrimas en los ojos, había hecho algo imperdonable, pero era lo que debía hacer, ahora ya no había marcha atrás, huiría con el amor de su vida y ya no volvería a ver a Miguel. Había sido algo así como su despedida.

Caminó hasta el bosque, donde la esperaba Felipe con algo de ropa en sus manos. Al llegar Josefina se prendió al cuello de su amado y lo besó, como si así pudiera expiarse por lo que acababa de hacer. Luego se desvistió y se puso la ropa que Felipe le había llevado. Para disimular, tuvo que atarse una faja apretada sobre el pecho para que no se notaran sus senos. Éstos nunca habían sido muy prominentes, así que no fue difícil ocultarlos bajo la faja. Le incomodaba bastante, sí, pero podía soportarlo. Por último, Felipe le mostró a Josefina unas tijeras, debía cortarse el pelo. Josefina dudó al principio, pero luego accedió a que Felipe cortara sus largos y castaños cabellos. Por suerte la luna llena los iluminaba bastante bien como para poder cortarle el pelo más o menos parejo. Después, cuando todo estuvo hecho, ambos salieron caminando por la arena, en dirección a la ciudad.

En Portobelo las calles estaban desiertas. El silencio era absoluto, de no ser por la música o los gritos y risas que salían de alguna que otra taberna. Felipe y Josefina caminaron hasta llegar al muelle. Muy cerca de allí había una taberna donde Felipe había acordado encontrarse con el capitán Torres antes de zarpar. Por precaución, Josefina se quedó por allí cerca, en la calle, mientras Felipe ingresaba en la taberna.

Unos minutos más tarde, un trueno cayó sobre la ciudad, ensordeciendo momentáneamente a Josefina. En ese momento no hubo reacción alguna por parte de las personas de la ciudad, pero luego, cuando el segundo trueno cayó, el pánico y la desesperación invadieron Portobelo. En las calles comenzaron a aparecer hombres con espadas y antorchas en las manos, incendiando los techos de las casas. Las personas comenzaron a salir de sus hogares, algunas con armas, otras desprevenidas. De todos modos eran asesinadas. Los hombres mataban a quien se pusiera en su camino, mientras una lluvia de truenos caía sobre Portobelo, haciendo añicos las casas. Entonces Josefina comprendió. Eran piratas que estaban atacando la ciudad, y los truenos que se oían eran cañonazos. Sin dudarlo ni un momento, la muchacha desenvainó su espada (que se había llevado de la casa, no pensaba dejarla) y comenzó a atacar a los piratas que encontraba en la calle. La ciudad era un caos completo, la gente corría para todos lados intentando huir de los piratas, y en la costa, el barco de velas negras no dejaba de tirar cañonazos, ensordeciendo a todo el mundo y devastando la ciudad. Josefina parecía poseída, blandiendo su espada contra los forajidos, atravesando a todos los que encontraba en su camino. No tenía idea de dónde estaba Felipe ni de si había caído en manos de los piratas.

De repente, alguien la agarró por detrás, sujetándole los brazos y obligándola a soltar la espada, mientras otro pirata le daba un puñetazo en la cara, haciendo que todos los ruidos e imágenes de la destrucción de Portobelo se fundieran en una única y silenciosa oscuridad absoluta.

Piratas, fantasmas y sirenas. (Josefina Moliner #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora