22 - Reflejo de luna

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Según los piratas de Josefina, la luna llena surcaría el cielo en dos noches. Lucía no tenía ninguna prisa, había esperado casi cien años, podía esperar dos días más. Josefina estaba emocionada. Su familia estaría con vida en muy poco tiempo, y serían tan felices como antes. En cuanto a Felipe, tenía el presentimiento de que muy pronto lo volvería a ver.

Los dos días pasaron lentamente. Tanto Josefina como los marinos estaban aburridos sin nada que hacer. La única actividad que tenían era ir a cazar algún animal para comer. Encima de eso también se desató una tormenta, pero no duró mucho. Al tercer día dentro de la cueva el sol ya había vuelto a aparecer en el cielo.

Aquél día los piratas estaban nerviosos. Presentían algo. Josefina también lo sentía pero no le prestaba atención. Se dedicaba a tocar el violín o a conversar con Lucía. Cuando la tarde caía, comenzaron a hacer los preparativos para partir al día siguiente. Josefina salió de la caverna, y miró el cielo. La tormenta había pasado y una gran luna llena brillaba de un modo especial aquella noche. A continuación volvió a entrar a la cueva. Si por casualidad hubiese mirado hacia atrás por un segundo, habría podido ver a lo lejos, que cierto barco de velas negras se hallaba anclado no muy lejos de allí, y que varios botes se acercaban lentamente a la isla.

Todos estaban expectantes en el interior de la caverna. Aproximadamente en una hora, la luna llena se asomaría en el agujero del techo y se reflejaría en el agua del lago, donde Lucía, junto a Josefina, bebería en una copa un poco de agua del lago con unas gotas de la sangre de la muchacha. Ahora sólo restaba esperar. De pronto, desde el túnel se oyeron pasos y algunos susurros.

_Creí que ya habíamos entrado todos_ dijo extrañado uno de los piratas.

Josefina, tuvo un presentimiento y se dio cuenta de lo que sucedía.

_Sí, todos estamos aquí adentro_ dijo desenvainando su espada.

Los ruidos del túnel se hicieron más fuertes. Ahora se distinguían muchos pasos que avanzaban, y más de una voz. Los piratas de Josefina también desenvainaron sus espadas y empuñaron sus trabucos, listos para la pelea. Los sonidos fueron acercándose más y más, hasta que muchos hombres con antorchas y espadas en las manos aparecieron en la caverna, guiados por nada más y nada menos que el mismísimo Francis Drake. Todos quedaron en silencio, sorprendidos y expectantes, aguardando a que uno de los dos bandos iniciase el combate. Entonces Drake habló:

_No sé quién seas, pero ese deseo será mío, y nadie podrá evitarlo. ¡Acábenlos!

Los corsarios de Drake se abalanzaron sobre los piratas de Josefina, y se dio inicio a la batalla. El sonido del choque de las espadas y de los disparos retumbaba en las paredes de la caverna. Lucía, asustada, se sumergió en el lago. Josefina liquidó a varios enemigos y se disponía a luchar con Drake, pero alguien se le puso en el camino. Era un muchacho alto, que la atacó rápidamente. Él era muy bueno usando la espada, por lo que a Josefina le costaba vencerlo. En un momento el muchacho la arrojó al suelo, y la espada de Josefina cayó lejos de ella. Entonces, cuando el joven se disponía a asestarle un golpe mortal con su arma, Josefina le dio una patada en su entrepierna, con lo que logró que se le cayera su espada. Josefina se incorporó, tomó la espada del joven en sus manos y le atravesó el pecho. En ese momento se dio cuenta de que reconocía aquella espada, su textura, su peso, ella había utilizado aquella espada alguna vez. La miró rápidamente y la reconoció. Aquella era su antigua espada, la que su padre le compró en el mercado de Portobelo y que le enseñó a utilizar cuando vivían en la casa de Miguel, la espada con la que mató a los borrachos en la playa aquella lejana mañana, la misma espada que se le había caído al suelo cuando los piratas de Drake atacaron Portobelo, la noche en que iba a escaparse junto a Felipe. Entonces sintió un profundo dolor en el pecho, algo que le atravesaba el corazón y que le producía una terrible sensación de desespero e impotencia. Antes de mirarlo a los ojos, Josefina ya se había dado cuenta de que el muchacho al que acababa de atravesar con su espada, era Felipe.

Piratas, fantasmas y sirenas. (Josefina Moliner #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora