17 - 20 de abril de 1569

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Mil perdones a todos por tardar tanto en actualizar! Tres semanas para ser exactos... pero es que ultimamente he estado full time dedicado a los estudios y no he tenido tiempo para sentarme y actualizar esta novela. Así que voy a reparar mi falta de atención subiendo tres capítulos! Espero que les gusten, y dejen sus comentarios y votos :) Sin nada más que agregar, cambio y fuera!



Unas noches atrás, el fantasma de Bernardo Moliner, mi bisabuelo, visitó el María Eugenia. Ahora ya conocemos la ubicación de la isla de la sirena, y también la forma de transformarla en humana. Nos encontramos viajando hacia el sur, tal como nos lo indicó Bernardo. Estoy llena de esperanzas. No sé por qué, pero he tomado esta búsqueda de la isla como algo personal, como si deseara hallarla pero no para resucitar a mi familia, como si fuera un logro propio, como si quisiera sentir el orgullo de encontrar algo que muchos buscaron sin obtener resultados. También ansío volver a ver a Felipe, pero tengo la corazonada de que él también está tras de mí, así que estoy segura de que nos encontraremos una vez más.

Un tiempo atrás, nunca hubiera imaginado que algún día me encontraría a bordo de un navío pirata, buscando una isla con un "tesoro". Debo admitir que la vida a bordo de un barco me gusta. Me agrada mucho el contacto continuo con el mar. Poder oír a toda hora el sonido del viento y las olas, y sentir el olor de la sal impregnado en los viejos maderos del barco. Me sorprende a mí misma, pero incluso he llegado a pensar que luego de que todo esto termine me gustaría pasar algún tiempo a bordo del María Eugenia, con Felipe, claro. Tal vez él esté de acuerdo conmigo y podamos comprar un pequeño barco para nosotros solos. Pensar que hasta hace un tiempo sentía un gran odio por el mar, y ahora estoy pensando en comprar un barco. He vuelto a sentir la magia que hace muchos años me unía con el océano, las olas espumosas chocando contra el barco y provocando una lluvia de agua salada sobre la cubierta, el viento fresco revolviendo mi cabello, que por cierto ha vuelto a crecer un poco, todo eso me hace querer saltar al agua y nadar libremente como un pez, o como una sirena.

Ayer de noche encontré un viejo violín guardado en el camarote. Edmundo me dijo que le encantaba el sonido de aquél instrumento, pero que no sabía tocarlo, así que lo guardaba para el momento en que aprendiera a dominarlo. Tomé el violín en mis manos, y tuve una sensación extraña. Era algo que salía de las sombras de mi pasado olvidado. Un sentimiento nuevo, y a la vez viejo, que escapaba de algún rincón del olvido para recorrer mi cuerpo provocando un sentimiento agradable, un apenas perceptible calor en los dedos, que hizo que comenzara a tocar aquél maravilloso instrumento. Al principio los sonidos producidos fueron bastante desagradables, pero casi enseguida pude dominarlo, y pude tocar música. Las melodías salían solas, como si mis manos tuvieran memoria y recordaran con exactitud cada movimiento y cada pausa. Edmundo parecía maravillado por aquél prodigio, aunque más tarde nos enteramos por mi madre que cuando yo era niña mi padre me había enseñado a tocar el violín, cuando aún vivíamos en España. Edmundo me pidió que tocara todas las melodías que conocía y, aunque yo no sabía cómo, las notas iban saliendo por sí solas para deleitar al capitán de la nave y a toda su tripulación, incluyéndome.

Piratas, fantasmas y sirenas. (Josefina Moliner #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora