Capítulo 06

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– ¿Entonces a esas cosas te refieres cuando dices que sigue yéndose sin ti? – preguntó divertido, caminando por el pasillo hacia su salón.

– No sólo eso. El maldito estaba dormido cuando llegué – negó Hendery – un perro me persiguió tres calles y él ni se enteró –

– Voy a fingir que no están hablando de mí como si no estuviera aquí – hizo un puchero, abrazando a su amigo – lo siento, es que quería estar a solas con él –

– ¿Al menos conseguiste su número? –

– Aún no – lo soltó – pero averigüé un par de cosas –

– ¿Como qué? –

– Como que no es una persona muy profunda o sentimental, y parece tener una pequeña adicción a su trabajo –

– Vaya investigación – se burló el mayor de los tres.

– ¿Y qué descubriste tú? – enfrentó YangYang – ¿al menos conversaste con él cuando nos fuimos? –

– No – admitió abatido – pero apenas y tuvimos tiempo. La única vez que lo vi fueron breves minutos en el comedor. Luego el otro chico llegó y se lo llevó con él –

Hendery siseó descaradamente.

– Shotaro – mordió su labio inferior.

– Hendery, por favor no ensucies a ese pobre chico –

– No puedo prometer nada – se encogió de hombros – ¿y luego? ¿No lo viste cuando llegó a casa? –

– Síp – asintió desganado – unos minutos después llegó su pareja. Aunque a él nunca lo he visto –

– Entonces sí era casado – hizo una mueca – Jun, ¿de verdad estás dispuesto a meterte entre un matrimonio sólo por una estúpida apuesta con Yang? –

– No apostamos nada tan bizarro – rió – sólo tengo que conseguir su número. El que lo haga primero gana y listo –

– Hablando de eso – dijo el menor – ¿tu papá tiene mi número? –

El otro frunció el ceño.

– Creo que sí, ¿por qué? –

– Sólo pregunto – se encogió de hombros.

Hendery lo miró extrañado, y luego a DeJun, que lo veía de igual forma.

No sabía qué se traía entre manos, pero era YangYang. No podía ser nada bueno.






– ¿Ya nos dieron la fecha? –

– Sí – asintió distraído – ¿no te llegó el memo? –

– No – miró hacia afuera de la oficina – voy a despedir a mi secretario –

– No seas tan duro con el chico – rió el mayor, levantándose de la larga mesa para estirar las piernas.

– En serio, Yuta. Ya han habido más de seis mensajes urgentes que no me comunica –

– Señor – llamaron a la puerta – el señor Qian ya llegó, ¿lo hago pasar? –

– Por favor – asintió el japonés, sonriendo triunfal – ¿ves a mi chico? Él es un buen secretario –

– Te lo cambio – rodó los ojos, levantándose también.

– ¿Puedo saber desde cuándo tengo que ser anunciado? – reclamó Kun, entrando a la sala de juntas – ustedes me llamaron –

– Para que prepararas tus alegatos – explicó el japonés, dejando caer un gran legajo sobre la mesa.

– ¿Yo? – los miró incrédulo – ustedes fueron quienes rechazaron el trato –

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