Capítulo 25

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Llegó a casa agitado, como si hubiera estado corriendo.

Sacó su llave con la mano temblorosa y abrió como pudo.

Todo estaba en silencio y a oscuras, excepto por la luz de la cocina.

No había nadie ahí, ni en las habitaciones, ni en la terraza ni en los baños. Lo único que encontró fue la ropa de YangYang.

No. No su ropa. Solamente lo que él le había regalado. Como la chaqueta YSL que le dio por su cumpleaños.

Estiró su cabello, estresado, y sacó su teléfono de su bolsillo.

– Por favor, responde – susurró – por favor, por favor –

Se dejó caer en sus rodillas cuando la llamada se desvió al contestador. Se sintió morir cuando comenzó solamente a enviarlo al buzón directo.

– No, Yang... – se lamentó – por favor, mi amor. Por favor –

Ni el divorcio se sintió así.

Nada le había dolido tanto nunca.

Levantó la cabeza, mirando alrededor.

El pino de navidad, los adornos, las coronas con velas en todos lados. Todo seguía ahí. Todo se veía más triste. YangYang era quien hacía que se viera alegre y vivo. No todas las luces bonitas y los brillos. Era YangYang.

Y él en serio lo estaba resistiendo, pero de verdad quería llorar.

Despacio, deslizó la mano al bolsillo de su pantalón y sacó un pequeño costal de tela al que se aferró como si lo mantuviera vivo.

– Vuelve – negó abatido, dejándose caer completamente en el suelo hecho un ovillo – por favor –

Todo había pasado tan rápido.

Pero, si lo pensaba todo con tiempo, desde el principio no debía haber sido una mierda con él. Debió tratarlo mejor.

Hizo todo mal.

Todo.

No. No podía hundirse así.

A prisa, se levantó del suelo, tomó las llaves de su auto y corrió al ascensor sin molestarse en cerrar.

Se sintió una eternidad, así que optó por usar la escalera de incendios.

Condujo como loco. No estaba seguro que no se hubiera pasado un rojo o dos, pero no importaba nada.

Tenía que verlo a los ojos. Tenía que tocarlo. No podía dejar que eso se fuera a la mierda así. No su amor.

Cuando llegó al edificio se estacionó en un lugar prohibido.

Ahí volvió a correr por las escaleras. Sabía que se veía asqueroso y que probablemente a YangYang no le gustaría verlo así, pero no podía hacer otra cosa.

Tocó la puerta con fuerza, esperando con impaciencia que alguien atendiera.

– ¡YangYang! – más golpes – ¡Yang, por favor! –

– ¿Hola? – habló un hombre junto a él.

Retrocedió un par de pasos cuando Yuta se giró a mirarlo. Entonces sí, debía parecer un demente.

– ¿Busca a alguien? –

– ¿Conoce a los chicos que viven aquí? –

– Ellos salieron hoy – tragó duro – llevaban unas mochilas. Le dijeron al casero que volverían a principios del año siguiente –

– No es posible – suspiró profundamente – ¿sabe a dónde fueron? –

– No nos lo dijeron, señor – susurró – lo siento –

Yuta no dijo nada.

Se quedó quieto por un largo rato, mirando a la nada.

¿Qué iba a hacer ahora?







– Gracias por dejarnos quedarnos – susurró Hendery – te pagaremos el tiempo que estemos en tu casa –

– No es nada – negó el menor, restándole importancia – ¿cómo está? –

Ambos miraron a YangYang, que estaba sentado en el marco de la ventana mirando hacia afuera.

Parecía en paz, pero Hendery había estado ahí cuando todo sucedió. Él no estaba en paz.

– No lo sé – admitió – él... ama a Yuta, ¿sabes? –

– Yuta lo ama – asintió – pero no puede evitar... –

– Exacto – suspiró – Yang estará bien –

– Estoy seguro de que sí –

– Sé que no es necesario pedírtelo pero... –

– No le diré a nadie que están aquí – aseguró, tomando la mano del contrario.

– Ni a Doyoung –

Jeno frunció el ceño.

– ¿Por qué no? –

– Ellos son amigos –

– Sí, pero ni un amigo podría fingir que lo que hizo Yuta está bien – miró de nuevo a YangYang – aunque... –

– También lo pienso. No lo digas –

– Ya sé – suspiró – mierda. Me gustaría hacerles la vida más fácil –

– Eso no nos corresponde, amigo. Pero te entiendo –

– ¿No podemos aunque sea darle una pista de dónde está para que pueda venir y arreglar su desastre? Ellos en serio tienen que hablar –

– Te digo que lo sé, pero YangYang no se hubiera escondido donde sabía que no iba a encontrarlo si quisiera verlo –

Jeno suspiró rendido.

– Supongo que tienes razón – se encogió de hombros – sólo sé que... no estoy de su lado, pero si hiciera algo estúpido por accidente, al menos me gustaría tener la oportunidad de explicarme –

– Si hicieras algo estúpido una y otra vez, tal vez no la merezcas –

El otro soltó una risa sincera, haciendo que YangYang los mirara sin que ninguno lo notara.

Quería ir y preguntar de que reían. Él quería reír también. Quería pensar en otra cosa que no fuera lo que estaba sintiendo.

Estaba triste. Más que eso. Su corazón estaba roto y se sentía horriblemente vacío.

¿Pero que debía hacer entonces? ¿Quedarse?

Estaba seguro que la felicidad no era lo mismo para nadie, pero no se imaginaba a alguna persona siendo feliz con alguien que constantemente lo compara con su fallido matrimonio en sus peores momentos.

Eso dolía también.

No podía seguir sufriendo así. Era demasiado joven para eso. Tenía toda una vida por delante y estaba seguro de que volvería a encontrar el amor.

Si es que en algún momento confiaba de nuevo.

Si era honesto consigo mismo, le habría gustado quedarse y esperar a Yuta. Esperar para escuchar lo que le tenía que decir y, tal vez, ayudarlo a pasar por su episodio de estrés de manera más llevadera. Pero él no era el medicamento de nadie. No era un terapeuta. No era un costal de box emocional.

Hendery tenía razón. Él debía comenzar a cuidar su corazón.

Aunque doliera hasta el alma.

Pobre Yang 🥺💔

Y pobre Yuta 💔😔

BetchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora