Capítulo 26

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Jaehyun siempre había sabido que era un hombre atractivo. No era que no fuera humilde, pero no se puede tapar el sol con un dedo. Hay cosas que simplemente pueden percibirse nos guste o no.

Y aún así, siendo consciente de ello, no recordaba alguna vez que le hubieran coqueteado tanto como esa noche.

Al parecer su amigo Kun le había hablado a mucha gente sobre él, por lo que la mayoría de las personas con las que comenzaba una conversación lo saludaban con un "así que tú eres el tal YoonOh" o algo por el estilo.

Se sentía agradecido con su amigo, de verdad, pero si no hubiera perdido tanto tiempo con desconocidos seguro que la habría pasado de lo mejor con DeJun, a quien no podía evitar mirar de reojo cada diez segundos.

Él estaba con su familia, disfrutando de la fiesta y dándoles buenos deseos, y sabía que pensar así era egoísta de su parte, pero lo quería para él.

Al diablo. Podía tomarse unos minutos.

– Hey – saludó otra persona con la que había hablado más temprano y cuyo nombre no recordaba – te perdiste –

– Lo siento – sonrió con inocencia – estoy buscando a alguien –

– Oh – parpadeó – ¿vienes acompañado? –

– No realmente – hizo una mueca – busco al hijo de Kun. Iba a preguntarle algo y no lo he visto en un rato –

El otro frunció el ceño.

– Creo que subió al segundo piso – se encogió de hombros – ¿te acompaño? –

– No es necesario – se disculpó – sólo quiero saber dónde dejó el vino que traje. No me tomará ni un minuto –

– Bien – sonrió coqueto – no tardes –

– No lo haré – aseguró antes de correr escaleras arriba.

No mentía. Podía besar a DeJun hasta la inconsciencia en un minuto. No necesitaba nada más.

Sin tocar la puerta, entró a la habitación que conocía y cerró con cuidado.

Estaba oscuro. Sólo podía distinguirse lo que alcanzaba a iluminar la luz que se colaba por las ventanas.

– Jun – susurró – soy yo, Jae –

Complacido, sintió como alguien lo rodeó en un gentil abrazo desde la espalda.

– Pensé que estabas ocupado – se burló.

El mayor río suavemente y se giró para encararlo.

Primero lo besó, claro. Necesitaba hacerlo. Era como respirar.

– Parece que aún soy atractivo – dijo cuando se separó.

– No tienes idea de las ganas que tengo de besarte en frente de todo el mundo para que vean que no estás solo – negó – ¿cuando podremos hacerlo? –

– Cuando quieras – sonrió.

– Ya sé – rodó los ojos – pero necesito un tiempo todavía. ¿Puedes esperar? –

– Todo lo que necesites – asintió – nunca te lo he dicho pero... –

– ¿Soy muy sexy? – interrumpió – tienes razón. Nunca lo dices –

– Te amo –

El menor se congeló, mirándolo con los ojos muy abiertos.

– No esperaba eso – rió torpemente – ¿de verdad? –

– Más que a mi propia vida –

– Bien – cubrió la boca del otro – deja de decirlo. Entiendo –

BetchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora