Hermanos Kawata.

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Souta, Nahoya y Hana se conocieron en un escenario bastante extraño.

Pues mientras ellos caminaban con un par de faldas e intentando no tropezar con los tacones, ella tenía huevos y harina en la cabeza.

Ambos habían perdido apuestas y habían tenido que sufrir las consecuencias, el hecho de que se cruzaran en el medio de aquellas calles poco concurridas si fue obra del destino.

—¡Vamos, sólo un capítulo más!.—Seis meses después, los tres habían comenzado algo que no sabían definir del todo pero que los hacia inmensamente felices.

Las cabezas de ambos estaban acurrucadas en sus hombros mientras Souta usaba el control para poner otro capítulo de Alf. Tarros de papitas y un bowl de palomitas de caramelo estaba en medio de la mesa de centro, habían estado en ese sofá toda la tarde y toda la noche. El reloj marcaba las tres de la madrugada pero ninguno estaba del todo pendiente a ello.

—Después nos iremos a dormir, mañana tenemos escuela.—Repitió el peliturquesa aunque en realidad tampoco quería despegarse de ahí.

—Un día que faltemos no hará daño.—Se encogió de hombros el pelinaranja con una sonrisilla.—¿No, Hana-chan?.

—No puedo darme ese lujo, si falto un día más me echan por insistencia.—Puchereó tirando su cabeza para atrás.

Los gemelos negaron a la vez, divertidos, así era su chica.

Souta bajó un poco su rostro para dejar un besito en su cuello, Nahoya en cambio hizo lo opuesto, enderezandose para poder pegar sus labios a su mejilla. Hana sólo se dejó hacer disfrutando de la atención y las caricias.

—Apuesto que se va a terminar haciendo amigo del gato.—Murmuró viendo como por enésima vez el alienígena quería comerlo.

—Es obvio, ¿Cómo grabarán esto?, ¿será como los muñecos de ventrículo?.—Preguntó el mayor de los hermanos.

—Obviamente es un alienígena de verdad, Hoya.—Rió.

—¿En serio es un alien de verdad?.—Ay Souta, cosita. Este la veía con los ojitos brillantes de geniunina curiosidad.

Ninguno tuvo corazón para decirle que no.

Limpiaron la sala, más bien, Ella y Souta lo hicieron mientras Smiley jugaba con una planta. Y luego de eso todos se fueron a la gran habitación que Hana poseía, se tiraron directamente a la cama pues ya tenían sus pijamas puestos desde hacía rato.

Y sí, eran a juego.

—¿Quién se queda en el lado de la pared hoy?.—Aquella era la guerra de todas las noches que pasaban juntos, no entendía el por que pero ambos siempre querían quedarse en ese lado.

—Es mi turno, tú te quedaste la semana pasada.—Afirmó Angry de inmediato.

—Pero tú te quedaste dos fines de semana seguidos antes, así que es mí turno.—Sonrió el otro con esa aura intimidante.

Suspiró, ya había intentado poner la cama en medio de la habitación para que así ninguno replicara, fue inutil, pues la devolvieron de inmediato a su lugar de siempre.

Se recostó entre las suaves mantas peluditas acomodandose con el peluche de leoncito que ellos le habían dado en su cumpleaños, la melena de este le recordaba a sus cabellos rizados. Adorable. Su discusión siguió y decidió sabiamente ignorarlos, tomó su telefono para responder un par de mensajes de sus amigas y reportarse con su madre como todas las noches dicíendole que estaba bien y que esperaba que ella haya tenído un buen día. Su progenitora vivía en Osaka mientras que ella estaba sola en Tokio gracias a su beca en un instituto que le aseguraba una matrícula en la universidad asegurada, cursando último año, las materias a veces le quemaban las neuronas y lo único que quería era morir.

Pero allí estaban ese par, alegrandole cada día malo.

—Ya, dejen de pelear y vengan a dormir.—Se quejó siendo completamente ignorada, frunció el ceño ofendida y procedió a lanzarles un cojín directo a la cabeza.

—¡Hana-chan!.—Se quejó souta a pesar de que el golpe no le llegó a él.

—Les dije que vengan a dormir, debemos salír temprano mañana.—Los amenazó con ese cojín que tenía lentejuelas, los golpes de ese si dolían.

—¡No te enojes, Hana-chan!.—Chilló el pelinaranja para tirarse a su lado en la cama atrayendola a sus brazos. Souta vió la oportunidad y se acomodó al lado del rincón para imitar a su hermano.

—Sí, no te enojes con nosotros.—Murmuró buscando el tacto cálido de su mano en su cabello como un gatito.

—No tienen remedio.—Suspiró enrredando sus dedos en el cabello del chico mientras Nahoya besaba sus mejillas y apretaba su cintura.—Los quiero.

Ambos sonrieron y respondieron a la par.

—¡También te queremos, Hana-chan!.

Se durmieron en la mísma posición dejandose mimos entre sí. Ninguno pasó frío esa noche, ni en sus brazos ni en sus corazones.


𝘖𝘯𝘦-𝘴𝘩𝘰𝘵𝘴 𝘛𝘰𝘬𝘺𝘰𝘳𝘦𝘷¡!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora