Keisuke Baji.

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—Dame otra, Taka.—El pelimorado sólo negó extendiendole a la chica otra cerveza, de todas formas además de él y Draken, ella era la más lúcida del lugar.

Y eso que aún había un par que no llegaban.

—Uh, conozco ese sonido.—Sonrió Emma que se acercó dando zancadas torpes. Leiko bufó a sabiendas de quien era.

—Me voy a ir a tu cuarto un rato entonces, Taka-kun.

—Sabes que estas en completa facultad de hacerlo.—Besó la comisura de la boca del chico justo en el momento en que Hakkai le abrió la puerta a aquel desagradable pelinegro. No perdió más tiempo y se encaminó hasta esas cuatro paredes sin soltar su lata. La música sonaba fuerte pues su madre había aceptado quedarse con Luna y Mana para poder celebrar debidamente el cumpleaños de su amigo, eso daba pase libre a que cualquier desastre pudiera ocurrir.

—Hasta que llegas, Baji.—Keisuke sintió recelo de su amigo, no podía evitarlo. De todas formas, la chica que tanto tiempo llevaba intentando conquistar al parecer no tenía problemas en besarlo a él. Aún así lo abrazó deseandole un feliz cumpleaños, no quería beber nada, pues si llegaba con olor a alcohol a casa su madre iba a regañarlo.

Vio como en uno de los sillones Hina y Takemichi estaban charlando algo borrachos. Mikey, Draken, Chifuyu y pah-chin competían viendo quien se bajaba el vaso más rápido, los gemelos veían por la ventana platicando con Hakkai y Yuzuha y Emma estaba charlando con el cumpleañero. Pero ahí estaba él, sólo, buscando con la mirada a la única persona que probablemente no quería verlo ni en una maldita pintura.

La había visto irse por los pasillos, el bicho de la curiosidad lo estaba picando. Quería verla, aunque fuera sólo para terminar golpeado y echado a gritos como siempre, necesitaba escucharla, sentirla.

Escapando de la mirada de Mitsuya se adentro por el pasillo que conducía a su habitación, la puerta estaba entreabierta. Se asomó viendo como la pelirroja tomaba a sorbos lentos su cerveza echada en el respaldo de la cama. Se sintió mal por ver inevitablemente sus piernas gracias a la falda engomada negra que portaba.

—¿Y tú qué mierda haces aquí?.—Altiva, como siempre. Admiró como de inmediato se levantó viéndolo con el ceño fruncido.

—Quería verte, no estabas con los chicos.—Respondió sabiendo que no valía la pena mentir. Ya se había humillado tantas veces que una más no haría la diferencia.

—Eres tan patético, Baji.—Lo sabía, se lo repetía siempre.—Me das asco.

—¿Por qué me odias tanto, Leiko?.

La pregunta la tomó desprevenida. Calló por un momento sintiendo aquella maldita sensación de nuevo.

Tan irritante.

—Te arrastras tras de mi como si fueras un gusano.—Habló luego de un segundo, dejó la lata en el velador del pelimorado y comenzó a dar pasos lentos acercándose al de cabello largo.—¿Por qué lo haces?.

—Porque te amo.—Siempre esa maldita respuesta. Estaba harta de siempre oír lo mismo una y otra vez.

Keisuke se sintió amenazado cuando Leiko estuvo lo suficientemente cerca como para tomarlo del cuello de su camisa y con esa fuerza del demonio que tiene lo estampó contra la pared. La música se hizo aún más alta, una canción que no reconocía.

—Te odio tanto, maldita sea.—Su corazón se partió pero al mismo tiempo dio un salto inimaginable, ella lo estaba besando. Aquello que no imaginó ni en sus mejores sueños estaba ocurriendo, y ella era quien lo hacía.

No era un beso tal y como veía en las películas, era dominante y agresivo; digno de ella. Intentó seguirle el ritmo pecando por su inexperiencia, tenía miedo incluso de bajar sus manos hasta su cintura.

𝘖𝘯𝘦-𝘴𝘩𝘰𝘵𝘴 𝘛𝘰𝘬𝘺𝘰𝘳𝘦𝘷¡!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora