Keisuke Baji.

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Desde la primera vez que la vió quedó prendado de aquella linda chica de un curso menor. Se había enterado gracias a Chifuyu que su nombre era Akane, Futaba akane, y que pertenecía al club de artes.

Y por eso cometió la estupidez más grande que podía haber imaginado e su vida, unirse a este último.

¡Él!, que con suerte sabía dibujar a palitos y que aún así le quedaban deformes. ¿Acaso no se cansaba de humillarse?.

—Te dejo, Baji-san, suerte con los acrílicos.—Gruñó ante las burlas del ojiceleste, ignorando su partida. Estaba completamente sólo en el salón, debía llegar hasta el segundo piso, donde se supone que la actividad se realizaba.

No entendía por qué seguía caminando si aún tenía tiempo de huir, como cobarde, pero manteniendo su dignidad.

Se reclamó a sí mismo mientras subía la escalera y se paralizó al quedar frente a frente con aquella puerta cerrada. Tragó duro, dándose ánimos. Había peleado con veinte hombres a la vez, ¿cómo podía estar tan intimidado por malditos pinceles y botes de pintura?.

Levantó su puño para golpear antes de entrar, pero la puerta fue abierta antes de que sus nudillos la tocaran.

Mierda, ¿ya podía morir?.

Akane estaba viéndolo curiosa bajo el marco de sus anteojos, acomodó los propios, intentando mantenerle la mirada.

—Baji-san.—Santa mierda, ella sabía su nombre.—¿Qué hace aquí?.

—Yo...—Tuvo que respirar hondo para controlar sus nervios.—Me inscribí al club de artes.

—Oh, ya veo.—Se derritió al ver aquella pequeña sonrisa.—Pero hoy se canceló, ¿no vió el cartel en la entrada?.

Si, definitivamente era un bruto.

—N-No.—Maldijo en su interior, pues ella seguía manteniéndose cerca de él. Su camisa estaba comenzando a sofocarlo.—Entonces...supongo que me voy.

—No, puede quedarse si quiere. Iba a terminar un cuadro, así puedo enseñarle lo que necesite.

¡Diablos, sí!. Lo que ella dijera, claro que se quedaba.

—Gracias, Futaba-san.—Agradeció meramente para que no pensara que es un maleducado.

—Bienvenido.—Se apartó dejandolo pasar. Jamás había entrado a aquel salón antes, era muchísimo más cuidado que los normales, y las paredes estaban llenas de distintos dibujos y cuadros. Si bien, no entendía una mierda de arte, no podía negar que era cautivador.

Se quedó parado viendo como ella tomaba su cabello largo en una coleta y se quitaba el suéter del uniforme para reemplazarlo por una cotona llena de manchas coloridas. Su rostro despejado dejaba admirar sus facciones finas, se quedó embobado.

—¿Quiere comenzar algún cuadro, Baji-san?.

Parpadeó, alarmado. ¿Le decía la verdad?.

Bueno, sí mentía de todas formas se iba a dar cuenta cuando viera el desastre amorfo que haría con las pinturas, suspiró, derrotado.

—En realidad no sé pintar.—reconoció sin querer levantar la vista, seguramente estaba pareciendo un idiota.

—El arte no se trata de ser un experto en técnica, Baji-san.—Escuchó atentamente, pero no se atrevió a mirarla.—Para mi, el arte es crear, expresar. Yo incluso no sé en sí la técnica perfecta en ningún tipo de pintura, pero amo lo que hago, eso es lo valioso.

Analizó las palabras en su mente tomando su sentido, Akane no estaba juzgandolo, al contrario. Aquello fue un ánimo que no sabía que quería escuchar.

—Puede usar el atril de la ventana, tómese el tiempo que quiera y sólo deje que sus sentimientos salgan.

Se sintió valiente. Admiró el espacio que ella indicó y se quitó la chaqueta, al igual que sus anteojos, dejándolos en unas mesas apiladas en la parte de atras del salón. Aspiró antes de sentarse en la banquilla y tomar un lápiz de grafito, habían muchos de ellos, algunos delgados y otros con puntas muy gruesas. Tomó uno de los últimos, sentía que iba más consigo mismo.

Admiró el exterior por la ventana, pensando que podía intentar plasmar en aquella tela blanca. Pasó unos segundos haciendo aquello hasta que la idea maestra llegó a su mente.

"Sólo deje que sus sentimientos salgan."

Arqueó un poco el atril para poder admirar a su compañera, esta estaba concentrada de lleno en su propia pintura. Sus mejillas tenían manchas ocres y notó el detalle de que estaba usando la parte descubierta de sus piernas como mezclador, la Akane que veía normalmente era suave y dulce. Esta en cambio, se notaba apasionada y sumamente enamorada de aquel pincel.

Su rostro era lo que más le gustaba de ella, expresivo y con rasgos muy hermosos. Llevó la punta del lápiz al lienzo fijándose en la curva de su nariz, pequeña y respingada. Intentó dar sombras pasando sus dedos sobre el grafito, mantuvo la línea hasta llegar a sus ojos. Grandes y con dos hileras de pestañas largas y crespas, sus iris azabaches eran profundos pero albergaban calidez en ellos. Buscó entre los materiales hasta encontrar un corrector de bolígrafo, con este hizo los pequeños brillos que sus pupilas tenían.

Algo dentro de él, que si existía jamás había sentido, se encendió. Llegó un punto en que sus manos estaban moviéndose por sí solas, dando lo mejor que podían para intentar retratar la belleza que veía en la joven frente a él. Sus trazos eran firmes y en su mayoría bastante fuertes, aún así se quedaba bastante difuminando estos con cuidado de no manchar demasiado.

Poco a poco la luz fue bajando, pues el sol comenzaba a caer. Se detuvo viendo su creación con el corazón en la mano, incrédulo de haber hecho eso él mismo.

—Usted es un artista, Baji-san, me hizo ver hermosa con sus trazos.—Tembló dejando caer el lápiz al escuchar a la joven tras él.—Aunque podría probar no aplicar tanta fuerza, así difuminar se le haría mucho más fácil.—Asintió, tomando en serio el consejo.

—Usted ya es hermosa, Akane-san, yo no podría plasmar su belleza sólo con mis manos.—Ahora ella era quien poseía un adorable sonrojo en sus mejillas manchadas.

Le sonrió, extendiendole un pañuelo para que pudiera limpiarse.

No le molestaría practicar mil veces siempre y cuando ella fuera su modelo.

𝘖𝘯𝘦-𝘴𝘩𝘰𝘵𝘴 𝘛𝘰𝘬𝘺𝘰𝘳𝘦𝘷¡!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora