UNO: RENCOR

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Mientras miraba su mano llena de sangre, sus garras a plena vista, no podía quitarse de la cabeza el hecho de que jamás se podría acostumbrar a su vida teniendo que esconder su naturaleza.

Las sirenas se escuchaban excesivamente altas en sus sensibles oídos, acompañado del frenesí de los gritos a su alrededor. Se había descuidado, podía admitirlo, pero la oscuridad de la noche que envolvía su cuerpo no permitía que nadie notara exactamente cuál era su identidad.

Con los ojos notó como el callejón se vaciaba, los humanos corriendo como ovejas en la misma dirección. Los automóviles de policía, con sus chillantes sirenas estaban con lo mucho a un kilometro de su posición, y con frialdad en sus facciones enmascaradas, miró tranquilamente el cuerpo del policía que intentó controlarlo. Lo había atravesado en el pecho, justo donde antes había estado latiendo su patético corazón.

La mano del inmundo ser aún sostenía la radio, de donde lo llamaban sus compañeros.

Sesshomaru aún podía recordar el tiempo en que su grandeza era conocida, cuando todos sabían de su linaje y temían pronunciar su nombre. Recordaba a todos arrodillándose ante el cuando logró la supremacía por completo, tomando por su propia mano el dominio de los demonios, y dejando por completo atrás el recuerdo de su lamentable padre.

El padre que, aun siendo él su heredero, había preferido a su hijo impuro antes que a él para dar su único símbolo de fuerza.

La espada.

La única cosa que le pidió, y el le negó rotundamente, para en cambio dejarle una hoja filosa que no cortaba. La espada más inservible.

Con el tiempo la había fundido, haciéndola un bloque de hierro forjado del colmillo del antiguo Rey, y teniéndolo como recordatorio de que su propio progenitor le había dado la espalda, por lo que su legado se hundió por completo junto con esa espada.

El había logrado la supremacía solo con dolor, sangre y miedo, mientras caminaba solitario por la vida hasta este mismo punto.

Y no se arrepentía ni un segundo.

Comenzó a caminar tranquilamente, buscando un punto cercano desde donde le fuera cómodo y fácil el emprender el vuelo. Limpió su garra con la tela de sus pantalones, manchando el inmaculado blanco.

-¡Ayuda! -Sesshomaru supo al instante que la mujer dueña del grito de ayuda se chocaría con su cuerpo, pero no hizo un solo movimiento por evitarlo.

Cuando tuvo a la joven de frente, la freno en seco con sus garras. La mujer se esforzó por poder distinguir su rostro en la oscuridad, provocando en el una risa de puro asco.

Que patética.

-Señor... -Notó como ella no podía apartar los ojos de los de él. Ladeo la cabeza para poder saborear su miedo.

Si, recordaba esa embriagante sensación.

-Me viste, humana. -Enterró las garras en los hombros de la joven, quien de inmediato comenzó a chillar. Pero que desastre.

-¿¡Qué esta haciendo!? ¡Por favor...! -El grito fue ensordecedor mientras pasaba el filo de sus garras contra su piel, abriéndola con gusto, mientras sentía el crujir de la tela que enfundaba su débil y frágil cuerpo.

Dejó a su mano vagar hasta un punto entre las costillas de la mujer, soltándola cuando ella ya estaba inconsciente y probablemente muerta.

Comenzó nuevamente a moverse, distrayéndose por un grupo de gente, que al escuchar el nuevo grito y escandalo que había provocado la mujer tendida en un charco de sangre en el suelo.

Predestined - Sesshomaru y Rin [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora