TRES: IMPULSO

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El sol le pegaba insistentemente en los ojos, mientras el incesable ruido de la ciudad a las 3 de la tarde le estaba irritando, provocando un dolor en sus sienes. Caminaba con fastidio entre los humanos, en su mayoría enfundados en trajes de trabajo, mientras intentaba desesperadamente encontrar una bocanada de aire fresco, que la gran cantidad de edificios le impedía tomar.

Por razones como esa el nunca salía de su imponente casa, donde podía estar tranquilo sin la estúpida necesidad de enredarse entre esa especie.

La fortuna que había arrastrado como herencia era tan cuantiosa, que el no tenía necesidad alguna de moverse de su zona de confort. Solo pagaba a hombres por representarlo como corredor de bolsa, para poder figurar en las actas como un maldito humano más.

Pero habían ocasiones en que le era inevitable tener que estar presente en estúpidas reuniones, cuando las personas no aceptaban hablar directamente con sus representantes legales.

A cuatro días de haber sido baleado por los despreciables humanos en uniforme, los pinchazos amargos que sentía en los puntos que la humana debió tratar habían desaparecido por completo.

Y eso lo llevaba nuevamente al punto de partida en el caos que era su mente.

La humana.

Sesshomaru nunca se dejaba doblegar por la actitud vivaz de ningún ser. Mucho menos por un simple y débil humano.

E igualmente, la fuerza vital de esa humana pequeña e indefensa aún atormentaba su mente, con el recuerdo de la desagradable y cálida sensación que vino a su pecho en el momento en que su llena boca lo nombró.

Y para empeorar las malditas circunstancias, el pedazo de metal que llevaba siempre en su poder, trozo de lo que antes fue la ridícula espada heredada de su padre, no paraba de palpitar desde ese momento.

Se encontró a si mismo enfundado en una mueca de asco mientras caminaba dentro del edificio hasta la sala donde se encontraban esperándolo. Le desagradaba por sobre todo estar en lugares cerrados con ellos.

Tener que contener el impulso de demostrarles que no era parte de su convencionalidad.

-Señor Sesshomaru, es un placer conocerlo por fin. -Una mujer de mediana edad estaba hablándole con excesiva familiaridad.

Se dio la vuelta para echar una mirada rápida en la sala, notando a 5 personas sentadas en una mesa.

-¿Realmente lo es? -Su voz sonó plana mientras, al contrario de lo que esperaban, el caminó hasta un ventanal desde donde podía ver el movimiento de los humanos, en las alturas.

En esa perspectiva parecían insectos agrupados.

-Creo que nunca nos hemos presentado formalmente...

-No interesa realmente. -Sesshomaru cortó en seco al hombre, sin siquiera girarse a mirarlo.

Firmaría lo que fuera y se iría.

-Al menos denos su apellido para ponerlo en las actas, Señor...

-Solo Sesshomaru.

Podía sentir la incomodidad de las personas, mientras comenzaban a hablar nuevamente. Ni siquiera fingió que los escuchaba o entendía.

Un punto alejado, entre la aglomerada gente, llamó poderosamente su atención.

Y el maldito trozo de espada en su bolsillo palpitó.

__

Rin tarareaba una canción bajito mientras salía felizmente del hospital. Su turno había terminado temprano, por lo que podía ir al centro de la ciudad. La noche anterior se había roto una de sus antiguas puertas en casa, y quería buscar una nueva manilla para cambiar.

Predestined - Sesshomaru y Rin [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora