NUEVE: PERDIDO

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Rin terminó de servirse en su pequeño plato una porción de arroz mientras tarareaba canciones bajito. Comenzó a comer en el mismo instante, sobre la encimera de la cocina, sin preocuparse si quiera de ir formalmente a la mesa, o arreglar el lugar de ninguna forma.

Se dio la vuelta masticando con satisfacción, solo para sentir su cuerpo helarse de un momento a otro. Casi se le escapa el plato, y alcanzó a derramar un poco de arroz en el suelo por el movimiento involuntario de sus manos al notar los ojos dorados fríos mirándola fijamente. El pequeño grito que escapó de sus labios pareció causarle gracia al hombre, que enarcó una ceja sin romper la mascara de aburrimiento que tenía en sus bonitas facciones, surcadas de marcas que ya no se esforzaba en ocultar de ella.

-¿¡Que haces en mi cocina!? -Su rostro se contrajo con enojo al notar que el no se inmutaba ni mínimamente con su enojo. -¿Es que cualquiera puede entrar en mi casa?

El miraba tranquilamente como a ella le temblaban las manos. Llevaba un vestuario antiguo, su cuerpo medio enfundado por un kimono masculino y unos pantalones holgados, que se cerraban en sus tobillos. Todo color blanco con detalles en rojo.

Y ahí fue cuando notó que en su hombro había, lo que parecía, la herida infundida por unas garras.

-¿Soy cualquiera? -El inclinó hacia un lado su cabeza, mirándola aún con los ojos brillantes e intensos.

Claro que no lo era.

Sin poder evitarlo soltó su plato en la encimera, caminando con preocupación hacia la herida aún sangrante en su hombro.

-¿Estas buscando que te maten? -El no se movió ni un milímetro mientras ella abría la tela descubriendo parte de su pecho.

Eran 4 líneas medio profundas, y ella las tocó con delicadeza. Frunció el ceño.

Para ser tan profundas como eran, ya no estaban sangrando. Se inclinó más cerca para observar el tejido dañado.

Y el aprovechó su cercanía, mordiéndole suavemente la línea entre el cuello y el hombro.

Ella se separó de él, sintiendo a su cuerpo vibrar por completo, mientras miraba a los ojos dorados que la miraban con malicia. Sus manos seguían estáticas a sus lados, y ella se separó de él.

-Es muy poco probable que eso me mate, Humana. -Una mano lenta y confiada le arregló el cabello, mientras el nerviosismo se apoderaba de su cuerpo.

-¿Qué te puede matar, entonces? -Se separó completamente de él, y Sesshomaru no tuvo ni siquiera la preocupación de arreglar el atuendo que ella había abierto en su preocupación.

Aunque la primera vez que había tenido sus manos encima de él había estado sacando balas de su cuerpo, ni siquiera en ese momento había podido obviar el hecho de que el cuerpo de él estaba completamente trabajado, duro, y completamente atractivo.

Se sonrojó recordando que de hecho, hace unos días, lo había tenido casi por completo en ella.

-Nada, prácticamente. -Ella se movió hasta un sillón en la sala, y notó que el no se movía ni mínimamente del lugar donde lo había dejado.

Había tenido días para pensar, pero en ningún momento había llegado a una conclusión que calmara sus preocupaciones. Sabía que no estaba ni mínimamente cerca de la verdad de la naturaleza del hombre frente a él.

Cerró los ojos, sin querer verlo en el momento en que se acercara a ella nuevamente. No quería permitirle fundir su cerebro con su cercanía, como el hacía siempre. Respiró profundamente antes de volver a hablar, calmando levemente su pulso desbocado.

Predestined - Sesshomaru y Rin [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora