TREINTA Y UNO: HILO ROJO

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Le dolía el pecho.

Podía sentir la inconfundible presión de sus músculos al ella estar tensa, provocándole un dolor que todos llegaban a atribuir a los nervios o a "El corazón roto", pero que tenía la base de la reacción corporal natural a alguna situación que hacía al cuerpo ponerse alerta.

Pero a ella le dolía tanto, que podría jurar que realmente su corazón se había roto, llegando a un punto en el que no sabía si podría soportar o siquiera ignorar la presión. No podía quitarse la imagen del demonio, normalmente imponente y poderoso, cayendo contra el césped casi marchito, con los ojos cargados de miedo, dolor y también amor.

En el mismo momento en que su energía se había perdido, a su alrededor se había levantado un campo que custodiaba su cuerpo e integridad física recelosamente. Era tan poderoso, que ella misma con sus ojos humanos fue capaz de verlo sin siquiera forzarse a reconocerlo, exactamente como la anciana le había dicho que sería.

-Tu serás fuerte, Cariño. -Ella comenzó a hablar sin darle mucha importancia, vaciando su cerebro sin darse cuenta mientras sus pies la movían desde donde la había dejado el autobús, entrando lentamente al hospital donde ella siempre estuvo. -Cuidaras a tu padre por mí, y entonces el jamás estará solo.

Sus manos acariciaban su vientre, entrando con los ojos idos y sin darse cuenta de como todos sus colegas la miraban, extrañados de verla ahí cuando ella había tomado su derecho prenatal hacía muchos meses atrás. Le pareció escucharlos hablarle, pero Rin no llegó a entender que le decía.

Y la verdad tampoco quería hablar.

-Viviré en ti por siempre. -Acarició su pancita, dando la vuelta hasta entrar a la zona restringida donde habían quirófanos designados o cerrados temporalmente. -Y desde donde se encuentre mi alma, yo los cuidaré a ustedes. Los amo.

Rin sintió como el nudo en su garganta se apretaba aún más, soltando lágrimas que le hacían aun mas dificultoso el caminar con una vista ya nublada por el conocimiento de lo que debía hacer a continuación.

Respiró profundamente antes de entrar en una habitación de quirófano que estaba reservado internamente, rogándole a la vida y sus divinidades que le diera tiempo antes que el desastre se desatara por completo.

Dos pares de ojos expectantes y completamente aterrados la recibieron. Estaban enfundados en los trajes de operación, y ella con la anticipación que vino a su cuerpo, sintió una punzada de dolor en su vientre. Era la quinta.

Estaban más cerca, también.

Al entrar cerró la puerta con el cerrojo por dentro, notando los rostros de pánico de Yamato y Kyoko, muecas de miedo que ella ignoró intentando calmar su propio pulso desbocado.

-Dime por favor que no estamos haciendo lo que creo que estamos haciendo. -Yamato parecía completamente alarmado, y ella quiso reír. Pero su pecho estaba hueco, no podía demostrar emociones más allá de la preocupación.

-Te dije que solo me siguieras y dejes de hablar, hombre. Por favor, me tienes nerviosa. -Kyoko se movió de inmediato, tomándola del brazo y llevándola hasta la camilla con reposera para pies que ellos habían preparado.

-Esto es... -Yamato no terminó de hablar, siendo cortado por Rin, quien se acomodaba con dificultad, quitándose las medias de su vestido sin siquiera intentar ponerse una bata en el cuerpo. se limitó a subir la tela hasta sus pechos, dejando al descubierto su vientre prominente.

-Si intentara explicar las razones, realmente todo sería un poco peor en sus cabezas y necesito que estén muy concentrados. -Justo cuando terminó de hablar, se contrajo con el dolor que le presionó en la pelvis. Más cerca. -Por favor, inyéctenme. Tenemos que inducir el parto.

Predestined - Sesshomaru y Rin [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora