CAPITULO 8

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Diego Belanger.

Lunes/ 9:00 pm.

Estaba durmiendo cuando siento una mano sobre mi hombre moviéndome delicadamente.

- Buenos días hijo. –Mi madre me sonríe dulcemente dejando un beso en mi frente. -

- Buenos días. –Levante y estire mis dos brazos estirándome. -

- Ya es hora, te esperare a bajo.

- Bien. –le di una sonrisa. -

Me levanté de la cama y fui directo al baño, apoye mis manos sobre el lavamanos y me quede mirándome en el espejo, sentía el pecho apretado, la sensación de dolor interior todos los días al levantarme era agotador.

Entre en la ducha mientras sentía como las gotas de agua caían sobre mi cuerpo, limpiándome y sintiendo como mis músculos tensos se relajaban poco a poco, era una sensación muy apaciguante, reconfortante, donde dejaba de pensar en toda la mierda que tenía en la cabeza.

Termine de ducharme, me lave los dientes, me seque el cuerpo y me vestí como todos los días, pantalones negros un poco rotos, polera negra y encima una sudadera gris.

Para mí, todos los días eran iguales, a excepción de los lunes y los jueves que tenía que ir a ver a la patética niñita distraída.

Estaba frente al espejo cuando vi que tenía una sonrisa cuando recordé el momento en el que nos estábamos riendo en las escaleras de mármol, ella me hacía dejar de pensar en toda la mierda que tengo en la cabeza, por eso voy a sus clases, para distraerme y salir de la rutina, aunque sea un poco... ¿Cómo podría describirla?

Nieve...ella me recuerda a la nieve, por eso me gusta su nombre, y me gusta decirlo, es muy poco común, eso me llama la atención. Ella representa la nieve, su piel blanca, la calma que transmite a veces, la empatía que te comparte, el hecho de que se diera cuenta que algo malo ocurre conmigo capto mi atención ya que soy bueno ocultando lo que siento, pero ella me hace sentir vulnerable, siento que no importan mis problemas porque esta ella, es muy extraño, sé que no hemos compartido muchas palabras ni muchos momentos, pero ella transmite una paz increíble, sigo pensando que es patética y muy distraída pero ya no me molesta tanto como antes.

El segundo día que tuve que ir a su casa, realmente quería morirme ahí mismo, así que comencé a hacerle mis trucos de encanto y ponerla incómoda para que llamara a mi madre y le dijera algo como: "lo siento, no puedo seguir ayudando a su hijo", pero no lo hizo la muy tonta, en fin, mi mamá me obligo a volver la tercera vez y ya luego iba solo porque una parte de mi quería y la otra estaba obligada.

Baje las escaleras para llegar a la sala donde mi madre estaba esperándome.

- Es hora. –dijo con un tono de voz suave junto con una sonrisa pequeña. -

Me limite a asentir con la cabeza, y nos dirigimos al auto.

Había llovido en la noche y ahora estaban las calles mojadas, yo tenía mis manos en los bolsillos, las piernas estiradas mirando las pequeñas gotas de lluvia que caían en el vidrio del auto.

Nos bajamos cuando llegamos, puse mi vista al frente y vi el gran letrero que estaba enterrado en el pasto que decía: "HOSPITAL PSIQUIATRICO DE CALIFORNIA".

Mamá me tomo del brazo incitándome a caminar, entramos y todo era blanco, tan frio y aburrido, me senté en una de las sillas de la sala de espera mientras mi mamá hablaba con la recepcionista.

Me hizo una seña con la mano para que fuera hacia donde ella, me levante y fui.

- Está en la habitación 37 del pasillo 3, vamos.

DIEGO: Deseo que te quedes conmigo   [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora