Capítulo 8

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Porqué los chicos consideraban a Trey como una amenaza.

—¿Qué fue eso? —cuestioné, mirándole impactada.

—Te estaba molestando. —se excusó mientras se sentaba en la misma silla en donde estaba el chico asustado.

No tuve tiempo para contradecirle cuando volvió a hablar.

—¿Y las chicas? —inquirió colocando un mechón rebelde de mi cabello, detrás de mi oreja.

Al tocarla acarició mi lóbulo, sentí la rugosa y fría tez de su pulgar e involuntariamente cerré los ojos suspirando.

Su tacto me relajaba, pero estaba mal.

No debo acostumbrarme a eso.

Aleje su mano acomodando el mismo mechón, sabiendo que todo acabaría tarde o temprano. En un mes.

Regla numero1: No encariñarse con Trey.

—Qué tienes. —susurró más cerca.

Había movido su silla para recortar nuestra distancia.

Trey, colabórame, por favor.

—Tania salió y Ashley se fue a bailar.

—Quieres bailar.

Negué con la cabeza.

—Ven, te presentaré con mis amigos. —dijo emocionado y sonriente.

Lo acompañé a la mesa en donde él había estado minutos antes.

Cuatro galanes rodeaban la mesa. Nos miraban vacilantes, sobre todo a Trey.

—Chicos ella es Mia —sonreí pasando mi vista por cada uno de ellos. Se veían simpáticos—. Mi novia.

 Algo de él me hipnotizó, su mirada inconfundible de brillo especial.

Ya había visto esa mirada antes. En mi papá.

Recuerdo perfectamente verlo sonreír y verme con admiración cuando recibí mi primer Díez en la escuela. Estaba tan orgulloso de mi esfuerzo que enmarcó mi examen para colgarlo en la sala. Cada persona que llegaba a la casa le contaba sobre mi calificación como si fuese un título universitario.

Igual que papá, Trey estaba orgulloso de mí.

Estaba orgulloso de que fuese su novia.

—Eddy. —se presentó el amigo de Trey.

—Carl. —dijo un moreno muy parecido a Eddy. Parecían hermanos.

—Chris. —le siguió un chico guapo, sin embargo, la mirada de cazador en busca de carne revelaba lo mujeriego que era.

—Mark. —habló un sofisticado chico de ojos verdes y cabello revuelto. Era sexy.

—Un gusto conocerlos, chicos.

—Siéntense. Necesito saber que hizo para dominar a la bestia de Trey. —dijo Eddy. Yo reí.

—No soy una bestia. —se queja él.

—Lo fui domesticando poco a poco. —conté y Trey me miró sorprendido.

—No, no vas a hablar de mí de tal forma —se ruborizo, ve a Eddy—. Y tú, no soy una bestia —dice, todos ríen—. Iremos a bailar, lejos de ustedes.

Tiro de mí hasta la pista, con desanimo me mantuve de pie.

—Trey, no quiero bailar.

Pero Trey unió nuestros cuerpos con fuerza, podía sentir su corazón latir en mi pecho, su frente se apoyó en la mía, y volvíamos a la cercanía hechizante.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora