Capítulo 15

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Indudablemente lo de Trey es el deporte y no el gusto.

—Esa es más bonita. —dije señalando una hermosa casa.

—No, la de allí es fenomenal. —opinó Trey.

Nunca llegaríamos a un acuerdo.

Nos encontrábamos sentados en una banca comiendo helado.

Él había insistido en visitarme y papá encantado accedió.

Ahora mismo debatíamos que casa era la más hermosa, pues la heladería estaba ubicada en un vecindario muy genial.

El día estaba fresco, a pesar de las nubes grises que anunciaban lluvias, todo era muy agradable.

—Tus gustos son espantosos. —reí.

Su elección era poco alentadora, debido a que la casa rosa era demasiado rosa. Mucho y la tonalidad era muy vibrante y llamativa. La casa sobresalía de malas maneras del resto gracias a esa pintura.

Quise justificar su falta de gusto en casas por su daltonismo, más vale y sea eso.  

—Bien, tú eres la del gusto aquí.

Probé mi paleta, estaba deliciosa. Era de limón y aunque no me guste el verde, para el helado, el sabor le ganó al color.

—Esa casa es grandiosa. —rechisté, lamiendo mi paleta.

Mi elección le ganaba millonadas a la de Trey.

La casa era de un tamaño mediano, no muy espaciosa ni muy pequeña. Su tamaño era el ideal. Su pintura era azul marino, un tono muy elegante, tenía un espacio perfecto para crear un jardín de ensueño.

De sólo verla te podrías imaginar viviendo en ella.

—Sería genial con un hermoso jardín repleto de flores de colores y una bonita cerca… ¿No crees?

La casa era una monada, pero con unos arreglos personales quedaría deslumbrante.

—Sí, y con columpios —añadió, pasando su brazo sobre mis hombros—. El vecindario es muy bueno.

—Algo —le miré—. ¿Qué harás para tu cumpleaños?

Era mañana, y aún no sabía que regalarle, llevaba todo el día ideando algo, pero nada de nada.

—Vendré a buscarte, mañana regresas a casa. —contestó sonriente.

Otra verdad, ya mañana acabaría mi visita y volvería al departamento.

—¿Hay algo que anheles o quieras?

Necesitaba saber que quería para así acertar con mi regalo.

Negó lamiendo su helado y vi como su lengua lamia muy bien esa paleta, movimientos que me recordaron al sueño.

Aturdida, sacudí mi cabeza para bajarle el ánimo a mis hormonas.

—Vamos, tiene que haber algo. —insistí.

—¿Por qué estás sonrojada?

Inventa algo.

—Tu risa es hermosa.

—Tus gemidos son hermosos.

—Nunca me has oído.

—Sé que son hermosos.

—Pervertido.

—Sólo contigo.

Resoplé.

—Ya dime, ¿qué quieres de regalo?

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora