Capítulo 25

688 79 22
                                    

—¿Qué? —soltó pasmado.

Mi vista borrosa fue al armario, saqué mi maleta y fui llenándola.

Me iría, y muy lejos de él.

Mis acciones fueron claras. Hacía la maleta para irme de ahí, más ropa que colocaba dentro del equipaje era ropa que él sacaba.

—Lo que oíste. Me voy. —le encare y con rabia le miraba.

Sus cejas se juntaron sobre su pálido rostro con sus labios entreabierto sin poder articular una palabra.

Volví a sacar ropa del armario tirándola a la maleta.

Él se acercó y la sacó de nuevo.

Chispas, que difícil era a veces lidiar con él.

—Hablemos las cosas, podemos arreglar, puedo compensar mi error.

Tarde, muy tarde.

—Yo no quiero hablar contigo. —espeté molesta. Las lágrimas no cesaban, no había control para ellas.

—No te vayas. —rogó interponiéndose entre la maleta y yo.

Bufando me senté en la cama, limpiando mis mejillas, mi nariz hinchada moqueaba como grifo abierto. Intentaba no lucir destrozada por su culpa más mis sentimientos hacían conmigo lo que quisiesen.

Estúpidas emociones.

—No puedo seguir a tu lado, Trey.

No hablaba del departamento, me refería a nuestra relación.

No seguiría en un noviazgo donde la carga y el peso recae en mí.

—Mia, si quieres dormiré en mi habitación, también dejaré de usar tu champo, hasta comeré tus sándwiches de mostaza sin quejarme del exceso en ellos, haré lo que me pidas... pero no te vayas.

Mi llanto empeoró con sus súplicas, tanto que me dio hipo.

—Tengo que irme...

Por primera vez tenía que pensar en mi bienestar.

Si continuábamos con nuestra relación nos destruiríamos el uno al otro... llegaríamos a odiarnos y lastimarnos mutuamente.

Yo podía evitar todo ese dolor ahora.

Negó pasando sus manos por su cabello, estresado y suspiro regresando a mí.

—Lo mejor será que te calmes.

—Lo mejor... es que terminemos. —le miré severa. Su rostro padeció y trago grueso antes de hablar.

—No digas eso, no lo hagas —negó cerrando sus ojos—. Está bien, yo mismo te sacaré de aquí, pero no terminemos con nosotros. Por Dios, ¿Qué hice mal?

Él de verdad, estaba desesperado.

—Te hice mi prioridad cuando para ti no era ni una opción. —estallé en furia.

—Yo... —cerró su boca sin saber que decirme.

¿Saben por qué?

Porque tenía la razón.

—Estabas tan cegado por tus sueños que no veías como arrastraba los míos para ayudarte a cumplir los tuyos. Te puse sobre todas las cosas y lo hice pensando en qué harías lo mismo por mí —reí rota—. Que equivocada estaba ¿cierto?

—Colibrí... yo… escúchame.

Sus palabras murieron en su garganta cuando me levanté a seguir con la maleta.

Persiguiendo mi arcoíris © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora